Comuna 13
Algunos de los turistas que visitan la Comuna 13 lo hacen en búsqueda del rastro de Pablo Escobar. Fotos: LSV

“Convoco a la ciudad a esta lucha”, dijo el alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, en el cierre de las sesiones ordinarias del Concejo el 4 de marzo, sobre los coletazos que el turismo le ha traído a la ciudad.

Desde entonces, Medellín ha estado en el centro de las noticias de los medios nacionales y ha sido tendencia en X (antes Twitter) por los episodios de explotación sexual de menores que involucran a extranjeros. El caso más sonado, el del estadounidense Timothy Alan Livingston, quien fue encontrado en un hotel de El Poblado con dos niñas de 12 y 13 años, incluso puso de la misma orilla al alcalde y al presidente Gustavo Petro, quien anunció pedido de extradición del “pedófilo de Medellín” por parte del Estado colombiano. 

La cruzada de Gutiérrez no solo ha sumado el apoyo del presidente, sino que ha sido aplaudida en la ciudad. Pero las medidas de choque que ha tomado —entre ellas la creación de una Secretaría de Turismo— hoy lo ponen en tensión con quienes defienden la prostitución. Sus anuncios sobre emprender acciones contra la gentrificación, que desplaza a los habitantes locales de sus barrios, y regular el crecimiento vertiginoso de los hospedajes tipo Airbnb también generan resistencia entre los gremios. 

En este reportaje, con más de 15 voces consultadas, La Silla Vacía pone sobre la mesa las múltiples caras del turismo en Medellín, una ciudad que recibió 1,5 millones de visitantes el año pasado (la mitad extranjeros) y que hoy soporta en esta industria el 7% de su PIB, nueve mil empresas y casi 100 mil empleos. También explora las fisuras históricas de la ciudad y las experiencias de otros parajes internacionales para entender los retos de un destino que, pese a su reconocimiento, apenas emerge. 

El trago dulce, con sabor amargo, de una Medellín que se abre al mundo

—What places have the cheaper prices —pregunta un hombre con acento caribeño—: Thailand, Belize, here?

—Bullshit! —responde otro. 

Decenas de personas ingresan al Lleras, uno de los parques más reconocidos de El Poblado, la comuna número 14 de la ciudad. 

Un negocio de cambio de divisas presta servicio cerca de los extranjeros que concluyen que es más barato conseguir sexo en Medellín que en otros lados. Una joven, de vestido corto y escote profundo, cambia un manojo de dólares y coquetea con dos hombres mientras que en “Divisas Park Money Exchange” le entregan lo equivalente en pesos. 

Las discotecas aún tienen aforo. Grupos de hombres extranjeros van y vienen como cardúmenes de peces por los 13 mil metros cuadrados del parque. Avanzan en grupo. Los hay jóvenes y viejos. Mexicanos, gringos y europeos. Cerca del 90% de los visitantes que llegaron en los últimos dos años a la ciudad lo hicieron por ocio, rumba o entretenimiento.

Aún es temprano y los trabajadores de los bares y restaurantes aprovechan para convencer clientes. “Sr., qué tipo de rumba le gusta: ¿con niñas o sin niñas? Venga lo llevo”, le propone un joven a un turista que lo supera en estatura. Otras personas aprovechan para imponer el orden, aunque el parque está cercado por rejas y policías. 

—Hola, reina —le dice un hombre fornido a una mujer que intercambia sexo por dinero. 

Está parada en la calle 10, una de las más concurridas de El Poblado, donde se agolpan cientos de mujeres. También quienes buscan comer algo rápido, bailar salsa en una discoteca o caminar hasta Provenza, el bulevar favorito de los extranjeros que visitan la zona por su variada oferta en cafés, restaurantes y discotecas. 

—Me colaboras con el teléfono, preciosa. No podemos tomar fotos acá —insiste el hombre. 

Ella parece obviar la sugerencia pero termina por guardar el teléfono en su cartera “Gucci”. 

Unas calles arriba, en el hotel Gotham, Livingston fue encontrado con un par de menores dos días antes, el 22 de marzo, en medio de elementos que probarían el delito de explotación sexual. “Yo quiero que el mundo sepa quién es este depravado. Llegó en un vuelo desde Fort Lauderdale (Florida, Estados Unidos) a Medellín”, dijo el alcalde Gutiérrez el mismo fin de semana. 

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“Próxima estación: San Javier”, anuncia la voz oficial del metro de Medellín. “Estación cercana a la Comuna 13”. De los vagones desembarcan cientos de pasajeros. Muchos son locales, pero el acento delata a mexicanos y argentinos que tratan de ubicarse. Todos buscan la salida que lleva a las escaleras eléctricas y al graffitour.

Más tarde, en un bus del sistema público, una mujer saluda eufórica desde la parte trasera: “¡Joder, chavales! ¿Españoles por el mundo o qué? Es que me he encontrado aquí más conocidos que en Madrid…”. 

El grupo de cuatro turistas que recién sube saluda con energía. “Aquí veis. ¿Cuándo llegasteis?”, dice un hombre, pero la sacudida por el arranque del conductor y el ingreso de más pasajeros interrumpen la conversación. Es complejo diferenciar si en el bus viajan más locales que visitantes. 

En 2022 llegaron 138 mil turistas a esta comuna que tiene 250 mil habitantes. Y a septiembre del año pasado fueron un millón 71 mil los pasajeros internacionales que aterrizaron en el José María Córdova, el aeropuerto internacional que sirve a la ciudad. 

“¿Es aquí, bajamos ya?”, pregunta la chica de acento español que saludó antes. “No, todavía no”, responde Johana Puerta, una guía de 33 años de la agencia Civitatis.

Johana recibió a los visitantes en la estación San Javier más temprano. El grupo tiene 20 personas, con un solo colombiano, entre casi 200 turistas que reservaron. “Ustedes, que hablan español, se van conmigo”, dice a través de un parlante inalámbrico.

Es lunes festivo, 25 de marzo. La guía anuncia que apenas comienza la temporada alta por Semana Santa. “Entonces, debemos mantener el ritmo para no separarnos. Vamos a tomar algunos atajos para evitar la congestión, pero los grafitis y las escaleras las veremos”. Minutos después, confirma: “Ahora sí, bienvenidos a La 13”. 

En la zona de llegada se leen letreros de todo tipo: “Renacer de La 13”; “Helicopter rides, book here!”; Aquí baños, RESTROOMS (sic)”Los turistas caminan lento, en búsqueda de espacio entre las sombrillas que protegen con sombra camisetas a la venta con estampados de Atlético Nacional  —uno de los equipos de fútbol de la ciudad — y del ya fallecido narco Pablo Escobar. 

En los negocios se exhiben carrieles, llaveros y portarretratos. Es la historia de la ciudad hecha souvenires. “No se me queden. De bajada compran. Allí adelante hacemos la primera parada”, dice Johana. El grupo de visitantes se abre paso por los vericuetos de la comuna. Suena Provenza, de Karol G, a alto volumen. 

Es mediodía. 

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Diana Alzate, una peluquera de 47 años, motila a un hombre pero no puede concentrarse. Apaga la máquina y busca la mirada de sus compañeras, Paula Andrea Arredondo, de 33 años, y Mari León, una venezolana de 54. Les quiere decir algo, pero antes la aborda una mujer que sale desde el fondo de la peluquería con su pelo recién hecho. 

 —Todo les va a salir bien  —dice la cliente. 

 —¡Que Dios la escuche!  —responde Diana. 

Es sábado, 23 de marzo. 

El ruido de la máquina se escucha de nuevo en el primero de los tres salones de la peluquería Santiago. Todas las horas de la agenda están reservadas. Diana atiende a un hombre que pide las patillas desvanecidas; Paula, la administradora del local, le hace el pelo a otra cliente; y Mari barre los restos de pelo que han dejado otros cortes.

La peluquería cumple 12 años en Manila, uno de los barrios más prestigiosos de El Poblado. Es una de las pocas propiedades de tipo familiar que quedan en la zona. “Precio, calidad y servicio”, dice el cartel de la fachada que anticipa las tarifas. 

El negocio se mueve por el voz a voz, con los clientes de toda la vida.

—Peluquería Santiago, buenos días  —dice Paula por teléfono—. No, hoy ya no hay citicas.

Paula abrió la sede de Santiago en Manila. Aún recuerda las jornadas de hace diez años, cuando esperaba clientes de domingo a domingo. Entonces, el barrio todavía era residencial: había pocos restaurantes, no se hablaba de lugares para teletrabajar, eran escasos los extranjeros y las casas vecinas no estaban rentadas en Airbnb. 

“Ahora se ve mucho gringo. En los dos pisos que hay aquí encima montaron unos hoteles. Dizque ‘erbienbi’. La gente tuvo que desocupar”, dice Paula. Los reportes de la Alcaldía hablan de más de 14 mil alojamientos de este tipo en la ciudad, entre habitaciones, casas compartidas y apartamentos.

El Poblado alberga casi seis mil.

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El caso Livingston puso los reflectores de la prensa nacional en Medellín.

Incluso el presidente Petro, distanciado políticamente del alcalde de la ciudad, emitió un fuerte pronunciamiento el 3 de abril: “El gobierno le pedirá a Estados Unidos la extradición del pedófilo del hotel de Medellín, y pedirá un informe sobre por qué logró huir”. 

Livingston, quien ya tiene orden de captura en un juzgado de la capital paisa, logró salir de Colombia en lo que al parecer fue un acto de negligencia de la autoridades que atendieron el caso, que ya es investigado por la Procuraduría

El grupo Casacol, a cargo del hotel Gotham —sellado por diez días— y con 400 apartamentos en alquiler para estancias cortas, dijo en un comunicado que el personal de seguridad del hotel le negó el ingreso a Livingston en un primer intento. “Las cámaras muestran que ingresó ilegalmente en la madrugada del 28 (marzo), cuando ya había culminado el turno del guardia”, afirmaron.

Registro del ingreso de Timothy Alan Livingston al hotel Gotham, acompañado por dos menores. Foto: Cortesía

El caso es bien conocido por Tyler Schwab, un ciudadano estadounidense que preside la ONG Libertas International.

Vía telefónica, desde Casper, un pueblo del norte de Estados Unidos, cuenta que las imágenes que hoy registra Medellín en el Parque Lleras lo trasladan a Tijuana (México) y a Bangkok (Tailandia), donde la explotación sexual de niños se ha normalizado.

Y aunque la Alcaldía habla de 240 casos reportados por explotación de este tipo el año pasado y de 39 en lo que va del año, la Personería de la ciudad tiene alertas que de lejos desbordan estas cifras. Desde ese órgano dicen que nada más en 2023 registraron más de 1.200 alertas de este tipo en contextos de turismo.

Tyler está al tanto de lo ocurrido con Livingston porque su ONG recibe denuncias por supuesta explotación desde diferentes lugares de Latinoamérica, y Medellín es la ciudad que encabeza los reportes en Colombia. “Hemos atendido a 86 menores, entre ellos dos chiquiticos de dos años, que fueron explotados sexualmente en la ciudad. En Bogotá y Cali solo tenemos dos casos”. 

Las cifras abarcan 2019 y lo que va de este año, en el que se han registrado tres capturas confirmadas por la Secretaría de Seguridad de la ciudad y en las que Tyler dice haberse vinculado: “Nosotros no podemos poner esposas, pero sí aportar información”. 

Aunque el hombre del estado de Wyoming habla en tono crítico de sus connacionales, y dice que “los peores de mi país van a Medellín a abusar niños y mujeres vulnerables”, los casos rastreados por su fundación evidencian que hay visitantes de otras nacionalidades envueltos en esta problemática. 

“Hemos ayudado en la captura de mexicanos, israelíes e indios”, dice Tyler, quien en su radar tiene 13 capturas por explotación de este tipo en la ciudad, pese a que las autoridades guardan reserva frente a este número. 

Además del caso Livingston, este año los medios han cubierto las capturas de Ahmed Beharry, un policía estadounidense que compraba pornografía de una bebé de meses que era explotada por su familia en Bello (área metropolitana de Medellín); Richard Opalinksi, señalado de abusar menores en la misma localidad; y Dominick Divencenzo, capturado en el occidente de Medellín luego de varias alertas interpuestas por sus vecinos. 

Pero el conteo parece no terminar. 

Ante las cámaras y micrófonos de la prensa paisa, cinco días después de conocerse lo ocurrido con Livingston, el alcalde Gutiérrez anunció la captura de un colombo australiano encontrado con un menor en otro apartamento de El Poblado. 

“Capturamos a otro depravado con un niño”, dijo el mandatario. El hombre, de 29 años, ya fue imputado por la Fiscalía por el posible abuso de un menor de 12 años. 

El alcalde, Federico Gutiérrez, en ruedas de prensa por casos de explotación sexual. Foto: Cortesía

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Johana cuenta la ya repetida historia de la Comuna 13. 

Habla de las escaleras eléctricas habilitadas en 2011, en la alcaldía de Alonso Salazar, y de las decenas de urbanistas que todavía llegan a conocer el modelo. Esa infraestructura, que mejoró el acceso en una zona con las tres cuartas partes de su población en estrato bajo, puso a la comuna en el radar de nacionales y extranjeros. 

“Comenzamos a hacer recorridos hace diez años, con apuestas de turismo social”, dice la guía. “Luego, hace seis años, empezamos a sentir el ‘boom’. Pero después de la pandemia el número de visitantes se disparó”.

Justo este fue el camino por el que apostó el exalcalde de la ciudad, Daniel Quintero (2020-2023), para recuperar la economía ante el 25% de desempleo que dejó la pandemia. “No descansaremos hasta recuperar los empleos perdidos. Cada vez estamos más cerca”, dijo el todavía alcalde en diciembre de 2021. 

Ese mismo mes, la ciudad estrenó marca para mostrarse al mundo. 

“Medellín, aquí todo florece” fue el estribillo por el que votaron cerca de 20 mil habitantes. La administración habló entonces de un paso hacia adelante en la tarea de consolidar a la ciudad en el mapa internacional, comparado con los dados por New York y Ámsterdam que ya tenían marcas. “La campaña se basa en una ciudad que se ha transformado usando la innovación y la creatividad por más de un siglo”, dijo la agencia de publicidad que formuló el estribillo. 

De esa innovación habla Johana en su primera parada con el grupo de turistas. “Ahora somos conocidos por lo bueno: pasamos de ser la ciudad más peligrosa del mundo, a ser una de las más visitadas. Tenemos mucho por mostrar”. 

Medellín ha querido redimirse ante la mirada del mundo. Y aunque esa siembra no es del todo reciente, sí lo parecen los frutos. 

La revista Time dijo el año pasado que la ciudad era uno de los 50 mejores lugares para visitar y Time Out calificó a Laureles como uno de los barrios más cool entre los destinos que rastrea. El World Travel Awards ya había catalogado a la capital paisa un año antes como el destino emergente más destacado de Suramérica y Time Out había ubicado a Provenza entre sus barrios predilectos. 

Pero la canción de Karol G, que recibe a los turistas en La 13 y que suma mil millones de reproducciones en YouTube, también había hecho lo propio: 

No sé si te convenza / Nos damo’ un rocecito por Provenza / Y si la cosa se pone tensa, en mi cama la recompensa / O viceversa, ¿por qué lo piensas?

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Diana ahora atiende a Luz Marina Muñoz, una mujer de 70 años que vive en Patio Bonito, un barrio de la parte baja de El Poblado. Las mujeres conversan sobre los colores de barniz y sobre la vida: “Acá llevo trabajando varios meses”, dice Diana. “Con razón”, comenta la cliente, “por eso es la primera vez que nos toca juntas”.  

Mientras que Diana hace su trabajo, el acompañante de Luz Marina lee un periódico del barrio. La peluquería Santiago parece detenida en el tiempo: los muebles y estanterías están desgastados, la decoración es escasa y la publicidad evoca los 2000. 

Los precios son similares a los de un negocio estrato 2, aunque el 73% de las casas de la zona son estrato alto. Nada entrega pistas sobre la cocina de autor que hay a pocos pies o de los rooftops que abren a diario en los edificios vecinos. El negocio es un enclave de lo cotidiano en un barrio globalizado.  

“Those are some of the best bars in Medellin”, escribe en una reseña sobre las terrazas de la zona Sanne Wesselman, fundadora del blog Spend Life Traveling. Porque, agrega, “Medellin, ‘City of Eternal Spring’, does have the perfect climate!”. 

Wesselman no miente sobre el clima. Son las 12 del mediodía y en Medellín la temperatura marca 23 grados. 

Luz Marina confirma que en la zona el turismo se ha disparado. Y aunque dice que su barrio no es tan visitado como Manila, “la congestión y el alboroto son impresionantes”. Allí son más frecuentes los hoteles y espacios de coworking que la oferta de comida o rumba. 

Pero en Manila también pululan los espacios para teletrabajar. Ramiro Muñoz, un estadounidense de 43 años, trabaja en remoto desde un café de la zona mientras espera para cambiarse de hospedaje tipo Airbnb. “Esta noche voy para uno más amplio y bonito, con mejor vista”, dice. En la zona hay alquileres cortos que superan los cinco millones al mes.

Mientras espera rodeado por sus maletas, Ramiro dice que no es un nómada digital porque aún tiene residencia en su país, pero Nomad List lo catalogaría como uno. Esa plataforma publica cada año su ranking de destinos más apetecidos para trabajar en remoto, y Medellín se ubicó segunda el año pasado entre 157 ciudades de Latinoamérica.

“Prostitución, explotación sexual, arriendos caros”, enumera luego Ramiro, quien afirma estar al tanto de lo que ocurre en Medellín por cuenta de los efectos del turismo. “Y también muertos”. En la ciudad asesinaron a siete extranjeros el año pasado (algunos fueron intentos de robo mediados por aplicaciones de citas y escopolamina).

Y aunque el gobierno de los Estados Unidos les pidió a sus ciudadanos en enero de este año no usar aplicaciones de citas en sus visitas a Medellín, 32 de las 39 muertes de extranjeros registradas el año pasado se relacionan con sobredosis, suicidios, accidentes y muertes naturales.

Unos ganan y otros pierden con el llamado al orden del alcalde “sheriff”

—Quietos o disparo —les advierte un policía a tres jóvenes en El Lleras.

—Tranquilo, tranquilo —dice uno de los muchachos.   

El agente baja el arma y esposa con velocidad a los jóvenes señalados por el robo de un celular. Una patrulla lo asiste y en menos de cinco minutos quienes grababan el procedimiento vuelven a lo suyo (el año pasado 270 turistas extranjeros reportaron haber sido víctimas de episodios similares). 

Pero esta escena tuvo menos posibilidades de repetirse esta semana, porque el 1 de abril el alcalde Gutiérrez emitió un decreto que limitó la operación de los negocios nocturnos en el Parque Lleras y parte de la zona rosa de El Poblado. 

“Necesitamos el compromiso de todos, porque esta es una situación que tocó fondo”, dijo el alcalde durante la presentación del decreto, refiriéndose a la explotación sexual de menores. “Aquí no vinimos a ocultar problemas”.

La medida, que adelanta la hora de cierre a la 1 de la mañana, no cayó bien en el gremio de comidas y bebidas, que solo en el turismo tiene casi nueve mil de sus actividades registradas, según cuentas de la Cámara de Comercio de la ciudad. 

Desde Asobares rechazaron la iniciativa, alertaron de un golpe al empleo y la calificaron de desproporcionada. “Nos comprometemos a trabajar contra la explotación sexual de menores en los negocios nocturnos, pero la restricción no tiene causalidad con la venta de bebidas”, dijo Juan Pablo Venezuela, presidente del gremio en Antioquia.

El decreto incluso generó protestas en el sector y escaló en una fake news en redes. “Xenophobic Colombians tell tourists to leave cafe Pergamino” fue la descripción que acompañó un video que viralizó el plantón de decenas de comerciantes frente a un café en Provenza, muy cerca de El Lleras. 

Y aunque no ha tomado medidas concretas, el alcalde Gutiérrez también ha enviado señales de posibles restricciones para el negocio de los hospedajes cortos. En la ciudad más de mil 700 lugares operan sin licencia según el Sistema de Información Turística.

“No vamos a acabar con las plataformas, pero sí habrá regulaciones”, dijo el mandatario ante el Concejo el 4 de marzo. “No puede ser que en tres años hayan aumentado tanto los arriendos o que la vida de nuestras familias se vuelva imposible por las rentas cortas”.

Lo que dice Juan Camilo Vargas, director de Asohost (el gremio de esta actividad en Colombia), es que el 40% de sus operaciones se concentra en Medellín y que el negocio no es ilegal. “Entonces un alcalde no puede pasar por encima de una norma nacional”.

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—¿Quién es el narcotraficante más famoso de Colombia? —pregunta Johana. 

—¡Pablo Escobar! —responden los turistas a una sola voz. 

En paralelo, un comerciante cuenta que algunos habitantes de la comuna la promocionan como la “cuna” de Escobar para atraer más clientes. “Es más rentable. Aquí compran camisetas de él, ¡eh, ave maría! Todo lo alusivo a Pablo se vende mucho”, dice el hombre que por seguridad pide no ser citado.  

Y es que pese a que la zona luce pacificada por el turismo, el control sigue en manos de los combos. El comerciante afirma que allí operan bandas pequeñas, como Los del Uno, Los del Dos, Los Pirusos y Los Negros. “Ellos cobran cuota por negocio, chuzo al aire libre y hasta parqueadero. Aquí no se abre un local sin su permiso. Y también pasa con los tales ‘erbienbi’ que están empezando a abrir”. 

Los dos relatos que Medellín ha construido sobre su pasado del narcotráfico compiten en las calles y en la web. 

Algunas plataformas precisan que sus recorridos “no exaltan ni promueven el crimen y tampoco se repite el discurso de condena que quiere imponer la institucionalidad tradicional”. Otras hacen un marketing que luciría escandaloso para algunos en Medellín, una ciudad todavía conservadora.  

No more boring tours. ¿Pablo héroe o villano? (sic)”, publicita un portal. “Te invitamos a conocer cómo Pablo se convirtió en el criminal más rico del mundo; comenzó su carrera delictiva robando tumbas y falsificando diplomas de bachillerato”. 

La oferta es acompañada con fotografías de Escobar montado en una moto acuática, muertos de la época y un niño con la cara ensangrentada. “The Cathedral, Golden Prison, Luxuries, Terrorist”, promocionan. 

Los recorridos varían de precio. Se encuentran desde 150 mil hasta 500 mil o más. Y algunos se ofrecen en combo con la visita a La 13. Hay extranjeros que valoran este plan como lo mejor de su paso por Medellín.

They told us so much about Pablo, the cartels and even Griselda”, escribió el 12 de marzo Andrew Cronian, de Reino Unido, en uno de los portales. “We visited the location of Pablo’s home, now a memorial park for the victims”. 

La ruta es la misma en todos los recorridos: visitar el barrio que construyó Escobar, luego su tumba, y finalmente la Inflexión, el parque que menciona Andrew en su reseña. Allí la alcaldía de Gutiérrez (2016-2019) ordenó la implosión del edificio Mónaco, construido por Escobar, y luego construyó un memorial para las víctimas. 

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El semblante compungido de Diana tiene un antecedente: les subieron el arriendo y tendrán que desalojar la peluquería. La cuota mensual estaba en un millón 800 mil pesos y ahora el propietario pide más de 3 millones. 

“Eso fue a quema ropa”, dice Paula. “Ya se fueron dos, porque aquí éramos cinco estilistas”. Y Diana agrega: “Nos subieron el local para construir ‘erbienbi’. Así han hecho en toda la zona: suben el arriendo para que la gente desocupe”. 

Las peluqueras de Santiago dicen que el fenómeno ha venido en seguidilla; que los vecinos de siempre han desocupado. “La droguería del lado tiene la lápida colgada. Les pidieron el local y están haciendo tiempo”, dice Paula. Mari, la venezolana, calla. 

 —Buenas, para motilarme  —saluda un hombre desde la puerta. 

 —Estamos llenas —dice Paula. 

 —Ah, ¿y si espero un ratico? 

 —Bueno, siéntese y miramos.

El hombre no alcanza a tomar asiento cuando Paula ya le ha dicho que las sacaron del local porque les subieron el arriendo. Que a Diana le ofrecieron un espacio por dos millones de pesos en un pasaje comercial cercano. “Apunte el teléfono, para confirmarle si logramos pasarnos”, dice Paula. 

Lo que ocurre en esta comuna de Medellín encuentra eco en lo que ha pasado en ciudades como Nueva York, Venecia, Londres y Barcelona. 

Desde allí, la segunda ciudad de España, habla por teléfono Josep Bohigas, un urbanista que es profesor anual en Urbam (un centro de estudios de Eafit) y quien ha trabajado en varios proyectos que vinculan a Medellín con Barcelona. 

Bohigas anticipó lo que empezaría a ocurrir en Medellín desde 2015, cuando la cifra de pasajeros internacionales estaba por debajo de los 700 mil registrados en 2017, según cuentas de Migración Colombia. 

“Medellín y Barcelona han muerto de éxito. Y nos hemos dado cuenta tarde”, dice el urbanista. “La clave era haber protegido a la gente con políticas sólidas de vivienda cuando comenzaron a llegar las inversiones por Airbnb”.

Bohigas lo dijo entonces. Pero la gente se reía.  

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El alcalde Gutiérrez también firmó un decreto que suspende “la demanda o solicitud de servicios sexuales y actividades afines” en El Lleras, Provenza y el Parque de El Poblado. “Tenemos que recuperar estos espacios que la criminalidad fue tomando, poniendo en riesgo a nuestras mujeres y niños”, dijo el mandatario el 1 de abril. 

La decisión fue bien recibida por organizaciones como la Red Feminista Abolicionista de Medellín, que busca la abolición de la prostitución y critica la política de regulación por la que apostó en este frente la administración del exalcalde Quintero en la ciudad. 

Una de sus integrantes, Sara Jaramillo, dice que el decreto es innovador porque fija la carga del problema en quienes “demandan el servicio” y no en las mujeres. “También habla de la prostitución como una violencia contra las mujeres, algo que no había ocurrido”. 

Pero la medida plantea riesgos a futuro, dice Jaramillo. Y en eso coincide Valery Ramírez, la vocera del Sindicato de Trabajadoras Sexuales de Antioquia: “Estas medidas punitivas solo nos estigmatizan y en nada solucionan la explotación de niños”. 

La restricción abre un debate en la prostitución al que aún le falta camino en la ciudad, pero podría ser marginal frente a la explotación de menores. Estos suelen ser contactados por redes sociales en las comunas más pobres (Popular, Santa Cruz, Villa Hermosa y otras) y el problema no solo es impulsado por extranjeros.

El periódico El Colombiano reseñó que solo el 5% de los delitos sexuales registrados el año pasado en la ciudad involucraron a extranjeros. Pero Tyler, desde Estados Unidos, insiste en que atacar la demanda es el camino: “Aunque nunca acabaremos con esto, es la única forma de luchar contra los abusadores de nuestros niños”.

—You wanna a “roce”, baby? —le dice un hombre a una joven que a simple vista no supera la mayoría de edad.

—Bueno —responde ella. 

Minutos más tarde entran a un hotel de El Lleras. 

Es de madrugada, pero la noche apenas comienza. 

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Desde su primer gobierno, el alcalde Gutiérrez apostó por reeditar el relato del narcotráfico. 

La justificación para la implosión del Mónaco la compartió Manuel Villa, su secretario Privado de entonces y su secretario de Seguridad actual: “Pablo Escobar está muerto, pero vive, como se ve en este muro. Vive en imágenes y en la mente”, le dijo el funcionario a El Tiempo días antes de la implosión. 

Gutierrez también hizo públicos sus argumentos. Habló de reivindicar los valores asociados a la cultura del narcotráfico. “La discreción se convirtió en chicanería; el trabajo honesto y duro lo volvieron dinero fácil; y, lo peor, le quitaron el valor a la vida para ponerle precio”, dijo en su momento. 

Daniel Carvalho, urbanista que hoy es representante a la Cámara por Antioquia y quien fue concejal de Medellín, confirma vía telefónica que para el alcalde este tema ha sido una de sus fijaciones: “Por eso esperamos que la creación de la Secretaría de Turismo venga acompañada de acciones concretas en el plan de desarrollo que está por aprobarse y de la actualización de la política pública de turismo”.

También hay que apostar por mensajes que le hablen a los visitantes cuando lleguen, dice el congresista. 

“El foco no solo debe estar en la seguridad, la institucionalidad debe hablarle al turista. Si no lo hace, lo hace un proxeneta o un taxista: ‘¿lo llevo a ver niñas?, ¿lo llevo a comprar cocaína?’. Tenemos que decirle al mundo que no somos la ciudad de Pablo ni del ‘turismo sexual’, y que ni por el putas pueden venir a molestar a nuestros niños”. 

Johana recoge las palabras de Carvalho:

—No somos la cuna de Pablo —les dice a los turistas que guía y continúa con el recorrido. 

En La 13 ven pasar a los visitantes desde los balcones. Un hombre sin camisa bosteza y se rasca la barriga. Por una ventana se ve a una mujer perder la batalla contra el calor. Otra mujer cose en una sala oscura, su mano va y viene sobre un pantalón de jean: levanta la cabeza, mira lo que ocurre afuera y vuelve a coser. 

Cae la tarde. 

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La comparación entre Medellín y Barcelona aún es desmedida porque esa ciudad recibió en 2019 casi 28 millones de turistas. 

Pero los fenómenos con los que empieza a lidiar la capital paisa son similares a los de su ciudad, dice Bohigas. “No solo hemos afrontado el desplazamiento en los barrios, sino que han empezado a aparecer los narcopisos, la prostitución y las drogas”. 

Lo que allí ocurre incluso ha llegado al hartazgo de los turistas. Y es que los viajeros ahora no quieren dormir en Barcelona sino en pueblos vecinos. El País dice que 10,5 de los 28 millones de visitantes que llegaron en 2019 durmieron por fuera. 

Bohigas dice que esta es la medida más evidente del fracaso de su ciudad. Y confirma que ahora evita visitar la Barceloneta, la Sagrada Familia, los barrios Gótico y de Gracia, y los muchos otros que se han vuelto incaminables por la llegada de turistas. 

“Estamos afrontando la escasez de agua más dura en mucho tiempo. Mientras que un barcelonés gasta 100 litros diarios, un turista gasta 500. ¡Cinco veces más! Y los cruceros no paran de llegar”. 

Ahora, cuando Medellín tiene un déficit de más de 58 mil viviendas según Viva (la empresa de vivienda de la Gobernación de Antioquia), Bohigas afirma que en la segunda ciudad de Colombia aún hay tiempo de evitar las imágenes que hoy se repiten en Barcelona.

Habla de una batalla librada a través de la construcción de casas de interés social para evitar los desplazamientos de los habitantes locales. Y no solo en zonas periféricas, sino en los barrios más “turistificados”, como los de El Poblado.

“Aquí tenemos un plan de regulación para alojamientos. Hemos parado esas inversiones en los barrios frágiles”, dice Bohigas. “Es bueno que lleguen políticos a poner límites, que no acaben con el turismo, pero que lo cualifiquen y controlen”.

Esto impediría que de Manila, o incluso de la Comuna 13 en un futuro, se fueran las farmacias, las ferreterías, los graneros y las peluquerías. Que Paula, quien abrió las puertas de Santiago, ahora luciera menos derrotada.

—¿Qué se lleva?

—Nada, salgo vacía  —dice ella. 

Y Bohigas, desde su piso en Barcelona, agrega: 

“Se los advertí”. 

Periodista y casi politólogo. Trabajé en El Colombiano y con una crónica gané el premio Simón Bolívar en 2023. Ahora soy el corresponsal de La Silla Vacía en Antioquia. Escríbame al correo ehenao@lasillavacia.com

Soy la Coordinadora Gráfica de La Silla, donde trabajo con periodistas para contar historias sobre el poder en Colombia de manera gráfica e interactiva. Me encargo de mantener la identidad visual en la página web y en los contenidos que publicamos en redes sociales.