Esta semana Gustavo Petro, el candidato presidencial que está punteando en las encuestas, llamó “neonazista” a RCN por publicar una columna de David Ghitis titulada “Petro nos quiere atracar” en la que opina sobre su propuesta de reforma pensional. La Fundación para la libertad de prensa —Flip—lo calificó como un ataque del candidato a la libertad de expresión.

Petro no se retractó. En cambio, dobló la apuesta: cuestionó que fuera libertad de expresión tener columnistas que hicieran comentarios xenófobos y calumniosos.

La Silla Académica entrevistó a Adriana Villegas, Camilo Vallejo y Fernando Ramírez, profesores del programa de Comunicación Social y Periodismo de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Manizales, para que ayudaran a esclarecer el rol del periodismo en el siglo XXI y también a entender en perspectiva este episodio. Vallejo es además integrante de la junta directiva de la Flip. Villegas y Ramírez son miembros de la Asamblea de la Flip y este último es también editor en jefe del diario La Patria.

Villegas es autora del artículo “La historia de Eudoro Galarza Ossa, el primer periodista asesinado en Colombia“. Ramírez es coautor de ​​”Transparentómetro, una ruta para la autorregulación en los medios de comunicación” con base en los cuales hacemos esta entrevista. 

LSA:

La Silla Académica

Villegas:

Adriana Villegas

Vallejo:

Camilo Vallejo

Ramírez:

Fernando Ramírez

LSA:

El caso de Ghitis y Petro muestra que las fronteras entre periodismo informativo y de opinión, o entre periodismo y activismo son cada vez más difusas. ¿Son lo mismo o cuáles son sus diferencias?

Ramírez:

El periodismo nació como activismo en favor de causas como la Independencia o la formación de un sistema democrático. Luego los periódicos hicieron activismo político en favor de candidaturas. La profesionalización sólo arrancó hasta entrados los años 80 cuando hubo un acuerdo tácito de que el periodismo mejor es el que tiene más fuentes, el que contrasta, el que interpela al poder.

Pero desde hace unos años nuevamente hay mucha gente que quiere ser activista sin haber hecho periodismo. Cuando un medio arranca con sesgo y una postura ideológica frente a la forma de informar, los matices se van perdiendo. El activismo está más cerca de la opinión que del periodismo.

Reapareció, por ejemplo, la revista Cambio y varios de sus periodistas quieren ser opinadores, con lo que se está imponiendo la opinión a la razón de la información, al derecho que tienen los ciudadanos a recibir información veraz, objetiva y con responsabilidad social.

El activismo le está haciendo mucho daño al rigor periodístico y alimenta la posverdad. En un mundo complejo en el que nadie sabe de dónde viene la información, esto lleva a la confusión. 

Villegas:

Me parece desafortunada la tendencia a clasificar los medios entre alternativos y tradicionales. La evidencia demuestra que hay ejemplos de buen y pésimo periodismo en todo el universo de medios.

Hay piezas periodísticas que informan sobre fondos privados de pensiones y no muestran que el dueño tiene participación en ellos. Pero también está mal que un medio alternativo tenga toda una apuesta política que no hace explícita. El que tiene el derecho a la información es la audiencia que debe saber desde qué lugar se está parando un medio que cuenta unos hechos que se supone que son información.

En cualquier medio, del tamaño y la propiedad que sea, históricamente se ha hablado de diferencias entre informar y opinar y muchas veces son explícitas y se dividen en secciones. A quien le compete hacer esa distinción es al director del medio, no a ningún político. Si a un político no le gusta este medio puede no consumirlo. Una alternativa más responsable sería incluso atreverse a escuchar los argumentos del que piensa distinto.

Por eso es que es sano que haya pluralidad de medios: buenos, regulares, malos, pequeños o grandes, de derecha, de extrema derecha, de izquierda, de extrema izquierda. porque todas esas opiniones y visiones del mundo necesitan plataformas para poder circular. 

Vallejo:

La autonomía editorial de los medios y de los periodistas es parte integral de la libertad de expresión. Esa autonomía tiende a confundirse con la pérdida de imparcialidad o con el activismo, pero son cosas diferentes.

Un medio puede tener una línea editorial muy marcada, transparentada o no —yo soy amigo de que lo sea— y aún así tener contenidos imparciales. Los criterios de evaluación son distintos.

Recientemente en una tesis de la Universidad Javeriana de Derecho abordamos el problema de si el periodismo feminista puede ser objetivo o no. Encontramos que una cosa es el foco de los temas, la agenda del medio, el tipo de fuentes que consulta, pero si al final tiene un estándar de imparcialidad, va a lograr entregar información veraz. Para que una nota sobre acoso sexual sea equilibrada, yo sí o sí tengo que buscar al acusado y permitirle dar su versión sobre lo sucedido, por ejemplo.

De lo contrario dejaríamos que agendas como el feminismo o las disputas étnicas, por ejemplo, se quedaran sin la posibilidad de entregar información. Admitimos otras líneas editoriales, pero esas —que son nuevas— porque a algunos les parecen muy radicales, entonces no.

Con internet y las redes sociales, además, esas agendas son cada vez más permeables por el periodismo porque entienden que producir información y opinión es fundamental.

En los medios comerciales grandes se suele también asumir que porque el dueño tiene un negocio toda la información que produce es parcializada. Lo que han dicho las Cortes es que la imparcialidad tiene que evaluarse sobre el contenido explícito.

Lo que es preocupante es que los activismos se queden sólo en opinión porque la democracia también necesita información. Cuando un medio de comunicación sólo se dedica a opinar y tiene además una agenda radicalizada, pues no hay una pretensión de alcanzar la verdad de lo que está ocurriendo.

Creyendo uno que está reivindicando una lucha específica al final lo que está favoreciendo es la desinformación. Es cuestionable que alguien presente como información lo que no lo es porque estoy engañando a la audiencia. Le dan visos de veracidad a un contenido totalmente subjetivo. La libertad de expresión no es solo el derecho de quién está hablando y publicando sino el derecho de la gente a recibir información.

En cualquier caso, ningún presidente, ningún funcionario público, ni siquiera un juez, podría obligar a un medio de comunicación a que tenga cierta línea editorial o que informe o deje de informar algo. 

LSA:

¿Es apropiado que la Flip haya llamado “periodista” a Ghitis? O ¿es importante diferenciar frente a la audiencia entre periodistas y opinadores, así todos estén cobijados por el derecho a la libertad de expresión? 

Ramírez:

Habría que determinar: ¿cuál es la función principal en la vida de este señor? ¿Ejercer el periodismo?¿Se gana la vida siendo periodista?

La discusión de quién es periodista está abierta. La organización Reporteros sin Fronteras tiene clarísimo si una persona es periodista con base en el tiempo que le dedica a este oficio y a qué proporción de su salario proviene de él. Eso determina si defienden o no a una persona, por ejemplo.

Pero en países como el nuestro con una alta tasa de informalidad las personas tienen varios trabajos para completar los ingresos que necesitan para vivir. Adriana y Camilo son profesores, periodistas, investigadores, escritores. Yo soy periodista, profesor y por ahí algunas veces escribo sobre periodismo. Y eso que nosotros tenemos unas buenas condiciones de trabajo.

En los premios Simón Bolívar por eso se premian los trabajos y se obvia la pregunta de si el autor es o no periodista. Puede ser que a la Flip se le hayan ido las luces, que Ghitis sea más un columnista que un periodista, pero no es un debate sencillo, o sea, dime tú: ¿las chicas de Las Igualadas no son periodistas? estudiaron esta vaina. O, la Pulla ¿no es periodista porque hace opinión?. ¿Es una periodista de opinión?

Villegas:

Yo escribí una crónica de Eudoro Galarza Ossa, el primer periodista asesinado en Colombia, en Manizales, en razón de su oficio. Cuando la publiqué alguien me dijo: ‘ese no fue el primero. El primero ocurrió en Neiva’.

Me puse a buscar la historia de esa persona. Era un empresario de hidroeléctricas, que escribía una columna de opinión en 1924 y no lo mataron por la columna. Eudoro Galarza Ossa era un señor que tenía un periódico, trabajaba en su periódico, su fuente de ingresos era el periódico y lo mataron en el periódico. Había hecho una publicación contra el Batallón Ayacucho que los militares consideraron ni siquiera falsa, pero deshonrosa.

Cuento esta anécdota porque trazar la línea no es fácil. De hecho, aquí en Caldas, en el 35, es decir, tres años antes de la muerte de Galarza, mataron a Clímaco Villegas, que también escribía columnas de opinión, pero era contralor, juez y lo mataron por eso. Uno podría decir: ‘sí, pero además era columnista’.

No sé qué hace el señor David Ghitis. Pero es claro que el comentario de Petro se originó en una publicación hecha en un medio de comunicación. O sea, no lo está atacando por su profesión de abogado, arquitecto, médico. Y en ese orden de ideas me parece apenas normal que la FLIP reaccione dado que su labor es proteger la libertad de expresión de todo el periodismo en Colombia, el que nos gusta y el que no nos gusta.

En este debate ha quedado claro, además, que la gente no entiende qué es la Flip o sea la gente le pide o le exige a la Flip como si fuera una entidad pública. Como si fuera la Fiscalía o la Procuraduría. La Flip es una ONG y como tal tiene autonomía, similar a la que tienen los medios de comunicación de cubrir algo desde un ángulo determinado que será cuestionable y tendrá consecuencias en las audiencias, pero no por eso ni sancionable ni reprochable desde la autoridad.

Vallejo:

Aclaro que como miembro de la junta directiva de la Flip me pliego al comunicado que sacó la organización, de la cual en todo caso no soy vocero. 


El debate de quién tiene la calidad de periodista ha generado muchas discusiones. Dentro del grupo que tiene la Flip de más de 160 periodistas asesinados hay abogados de los medios, repartidores de prensa. Recuerdo el caso de Eduardo Gómez Estrada, por ejemplo, en el sur de Bolívar, que lo asesinaron porque quería fundar una emisora, no alcanzó a salir al aire, era un líder social.

Yo podría estar de acuerdo en que es muy generalizante, pero en términos de libertad de expresión es irrelevante porque al final lo que se está buscando es defender el derecho a la libertad de prensa. Con respecto a García Márquez tendríamos el mismo debate de si ganaba más dinero por sus novelas o por su labor como periodista. Yo me siento más cómodo diciendo que era periodista y escritor.

La Flip tuvo una discusión con la fiscalía, concretamente, con la fiscal de la unidad que creó Néstor Humberto Martínez de contexto y análisis dedicada a aclarar los crímenes contra periodistas. Ellos tenían un listado de 300 periodistas cuando en la Flip había alrededor de 150. Había sido incluído Álvaro Gómez Hurtado, Luis Carlos Galán, todos columnistas. Sobre ellos había la pregunta de si habían sido asesinados por sus columnas. Pero se reivindicó mucho más el derecho que se está vulnerando que la calificación como periodistas que puede dar lugar a muchas injusticias.

La Flip en todo caso intenta hacer una buena categorización, pero el resultado siempre será motivo de crítica y de discusión pública. 

LSA:

¿Qué piensan del adjetivo de “neonazi” que usó Petro en contra Ghitis?

Villegas:

Lo primero es que Petro usó ese adjetivo vinculándolo a una columna que él compartió de Ghitis. Y ocurrió lo que suele pasar cuando hay un acto hostil contra los periodistas y es que quien lo comete lo que hace es lograr una enorme caja de resonancia del mensaje que el periodista quería manifestar.

Yo, que nunca había leído al señor me animé a hacerlo. Pensé que el contenido iba a ser nazi-fascista, relacionado con la reacción de Petro y lo que encuentro es una columna —además parecida a otras 20 que ya había leído— que habla de la propuesta de reforma pensional del candidato presidencial que ha sido, cuando menos, confusa desde que ha despertado tantas interpretaciones en la opinión. Habría sido quizás más interesante que él hubiera aprovechado esa oportunidad para aclarar o explicar otra vez su propuesta.

Es un ataque desmedido frente a lo que dijo el columnista en RCN, ah: ‘que el señor antes ha dicho otras cosas’…, sí, pero en redes, no en un medio. O sea, estamos hablando de una reacción contra un medio por una publicación y la publicación no dice nada pro nazi.

Me parece que en todo este debate se trata a las audiencias desde una minoría de edad: como no saben, no entienden, las van a engañar, hagámosles una curaduría previa, yo que sí sé, y yo que sí entiendo, como dijo hoy alguien en Twitter: ‘es que ustedes no están preparados para esta semiótica que yo les propongo’. Eso debilita la pluralidad y hace que termine existiendo un ecosistema de medios menguado solo con lo que a cierta visión del mundo le gusta.

Formar audiencias implica enfrentarlas a distintas fuentes, a distintos sesgos.

LSA:

Si la libertad de expresión es un bien superior, ¿qué responsabilidad tienen los medios de comunicación sobre lo que dicen sus opinadores? David Ghitis ha hecho, por ejemplo, comentarios homofóbicos contra Claudia López y según Petro, xenófobos.

Villegas:

El discurso de odio es una de las líneas rojas que no se debe cruzar. Camilo sabe mejor de esto.

Pero los medios hacen bien en dejar que circulen esas visiones de mundo que no nos gustan: clasistas, homofóbicas, racistas. Algunos dirán que eso no ayuda a formar a los ciudadanos.

Sin embargo es necesario que todos salgamos de nuestras propias burbujas que se han profundizado con la forma como funcionan los algoritmos en las redes sociales. Es útil que circulen discursos contrarios incómodos, que no me representan, porque eso es lo que hay en la sociedad, y tenemos que aprender a debatir desde ahí y no desde el silenciamiento que para unos puede significar que los bloqueen, que los despidan como columnistas, o que los asesinen.

Yo, personalmente, no censuraría columnas. Mejor dicho, me parece que muchas sobran, pero no por el contenido, sino por lo mal escritas. El lenguaje importa. Hay unos medios a los que uno manda la columna y tal cual sale, incluso con errores de puntuación. Y hay otros medios que tienen un ejercicio de edición que implica verificación de datos, por ejemplo, pero no una revisión de cómo piensas tú, porque realmente el valor de una columna es su subjetivismo.

Cualquiera puede criticar un medio en aras del derecho a la libertad de expresión. Pero es claro que cuando lo hacen personas revestidas de autoridad —esta semana Petro, antes otros— lo que ocurre es que ponen en riesgo a los periodistas de ese medio. Sus seguidores se sienten con permiso para atacar.

Periodistas de todos los espectros han sido víctimas de violencia física o simbólica que es igual de grave. Que hostilicen las sedes de los medios, que los periodistas vayan a hacer una grabación y no los dejen, afecta su trabajo.

Una persona que ha sido elegida en un cargo público está ahí no tanto para defender sus intereses como para representar una comunidad y cuidar de quienes en algún momento puedan ser vulnerados. Hay un llamado al autocontrol mayor de quienes tienden o aspiran a ejercer el poder.

Si yo soy el presidente y salen unas caricaturas que no me gustan, pues de malas. Es lo que tiene que soportar alguien que ha decidido reducir su esfera íntima.

Por la salud de la democracia no está bien que una rama del poder público intervenga en lo que hacen las otras ramas, eso mantiene el equilibrio de poderes. Y es aún más sano que quienes están gobernando o piensan gobernar se mantengan distantes frente a la crítica —incluso la “mala leche”— que les hacen los medios de comunicación.

Ramírez:

Lo más difícil de la libertad de expresión es que hay que defender a todo el mundo, porque lo que se defiende es el derecho supremo de la gente a estar informada, a recibir opiniones y expresiones libres. Eso ayuda a resolver cualquier dilema.

Uno no defiende la opinión como el hecho de opinar. El derecho a opinar de cualquier ciudadano está ampliamente protegido. Lo único que no puede decir o mejor, por lo que se puede ganar problemas si es irresponsable es por injuriar, calumniar y pare de contar, porque: “que es que es irrespetuoso” bueno, irrespetuoso ¿según quien? ¿Qué es irrespeto? Ese es un tema muy complicado y tendrá que resolverse caso por caso.

No puede pasar que una autoridad o que quienes aspiran a un cargo de elección popular, que es la máxima oportunidad que le puede dar un ciudadano a otro —elegirlo— ataquen a la prensa con palabras que incitan a la acción. Otra cosa son las críticas razonables. 

Vallejo:

Los medios como parte de su línea editorial y su autonomía deciden a quién aceptan o no como columnista. Lo recomendable es que los columnistas tengan desde un principio las reglas claras de cuáles son sus límites y que los medios no estén reaccionando a lo que sus opinadores publican.

En cuanto a la línea roja que es el discurso de odio, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a través de la relatoría para la Libertad de Expresión ha desarrollado criterios para identificar cuándo se configura. Lo primero es que el análisis se hace sobre el contenido explícito de un comentario, justamente para evitar la interpretación de que: ‘yo me sentí muy ofendido’ porque la libertad de expresión no puede limitarse con base en criterios subjetivos.

Lo segundo es que debe ser un ataque o afectación directa a los derechos de una minoría o de una población vulnerable. Y, finalmente, –está es la que más polémica genera– tiene que ser dicho por una persona que tenga la capacidad de llevar eso que dijo explícitamente a la realidad.

Los funcionarios públicos son los que más pueden incurrir en discurso de odio, porque tienen capacidad real en términos de recursos, de armas del Estado, de expedición de normas. De igual forma los actores armados ilegales.

Habrá medios de comunicación que permitirán ese tipo de discursos con mayor flexibilidad y otros que dicen no, aquí no publicamos ese tipo de columnas, no lo vamos a permitir y punto.

Ahora, ningún funcionario de la rama ejecutiva puede decir: ‘a mí me parece que esto es de odio, entonces censurémoslo’. Para eso debe haber un proceso judicial.

Recuerdo el gobierno de Rafael Correa en Ecuador que censuraba muchas de las críticas contra él, porque asumía que eran discursos racistas contra los indígenas y él se autorreconocía como indígena.

Lo mismo pasa cuando se hacen críticas a funcionarios de la comunidad lgtbi o cuando se hacen críticas a funcionarios afrodescendientes. Por supuesto, hay un discurso de odio que los cobija y los protege, pero al ser líderes políticos también es importante poder hacer críticas contra ellos. Entonces ahí, digamos, hay que tener mucho cuidado con el discurso de odio. 

LSA:

¿Qué viene para la libertad de expresión según los candidatos presidenciales que hay en la contienda y, especialmente, Petro, que en su alcaldía varias veces se pronunció en contra de los medios de comunicación?  

Ramírez:

A Petro le gusta confrontar a los medios tradicionales. Su estilo es el mismo que le ha dado réditos políticos a personajes como Trump, Putin, al presidente de Hungría, a Chávez y a Uribe también en su momento.

“La revancha de los poderosos” de Moisés Naín, o “El Ocaso de la democracia”, de Anne Appelbaum, muestran que una fórmula sistemática para concentrar el poder de los líderes autoritarios de los últimos años ha sido atacar sistemáticamente a los medios de comunicación, a contradictores políticos, a personas que piensan diferente, a minorías inclusive, para diezmar su credibilidad.

Pelear con los medios, coger a los medios de sparring resulta muy productivo. Porque los medios son los malos, los que dicen las mentiras, ‘en cambio nosotros ahora sí vamos a decir la verdad’.

No hay que olvidar que cuando Gustavo Petro estuvo en la Alcaldía de Bogotá hubo problemas en Canal Capital, dirigido en ese entonces por Hollman Morris, de censura a periodistas. Es algo que está documentado.

Emmanuel Vargas, experto en derecho de la información, deja clarísimo todas las polémicas que tuvo con la prensa, con la FLIP misma y con opositores en general. Y fuera de eso alrededor suyo hay un sistema de bodega para atacar y generar tendencias después de que él sale a atacar a periodistas. Y eso le hace muchísimo daño al debate público.

Su tolerancia a la crítica es bastante baja y eso lo demuestra su reacción como dijo Adriana desproporcionada a la columna de Ghitis. No sé si está muy confiado porque ya se siente presidente o al contrario, cree que tiene que hablar duro para ganar algunas voces que todavía no están decididas por él. Con Gustavo Petro la libertad de prensa va a sufrir un duro golpe. Con otros candidatos quizá no mejore, pero tampoco creo que empeore.

Villegas:

Petro, pese a ser tan inteligente, comete la torpeza, la terquedad de sembrar más miedo. Hay un sector de la población al que le ilusionan los cambios que Petro promete Petro. Pero hay otro sector de la población que le teme porque creen, por ejemplo, que los va a expropiar.

Y estamos entonces frente ante un candidato que no se ayuda. Que no autorregula su talante autoritario. Como ciudadanos merecemos una mejor calidad del debate público. Si alguien dice que la reforma pensional de Petro es esto, y esto y esto, y no es verdad, el ciudadano merece que le expliquen que no es verdad, pero no que el candidato ataque a quién opina. Y eso aplicaría para todos los aspirantes a la Presidencia.

Veía un video muy gracioso de Sergio Fajardo diciendo que en los debates tiene sólo minuto y medio para responder, para abrir los ojos, sonreír. Es difícil explicar una idea compleja en ese tiempo. Pero de ahí al epíteto y a renunciar al debate de ideas para irse al ataque personal, hay mucho trecho. No parece una estrategia sensata para atraer a nuevos votantes. Él sacó en la consulta cinco millones ochocientos mil votos, pero para ganar necesita 10 millones. Entonces le están haciendo falta casi cuatro.

Ahora, tampoco el uribismo en versión Duque o en versión Fico o en versión la que sea, da garantías de respeto a la libertad de prensa. En este gobierno ha habido perfilamientos a periodistas desde el Ministerio de Defensa, hubo con Alotrópico la creación de toda una noticia falsa durante las protestas alrededor de una página web caída, un ciberataque, cuando era mentira. El presidente Iván Duque además no da entrevistas ni ruedas de prensa y se autoentrevista. Lo que pasa es que aquí tal vez hemos normalizado unas situaciones de enrarecimiento absoluto del derecho de los ciudadanos a recibir información de calidad.

Y ese enrarecimiento se ha construido desde el poder, desde el poder que chuza periodistas, desde el poder que filtra documentos a unos sí y a otros no como ocurrió con la filtración a la Revista Semana de la investigación que la Fiscalía le adelanta a Mario Castaño.

Si uno compara con otros países, la situación de Colombia no es positiva. La Flip ha dicho que de los 1103 municipios que tiene Colombia, en 666 no hay medios de comunicación, es decir, en 666 municipios la gente se entera más fácil de lo que pasa con Trump que lo que pasa con su alcalde. Y a eso se suma, que la red pública es la de las emisoras del Ejército y la Policía. En las regiones la mayoría de los medios locales depende además de la pauta pública y la pauta pública es esa llave con la que se premia o se castiga el contenido que al mandatario de turno le gusta o no.

Vallejo:

Los medios de comunicación por factores internos y externos están en una gran crisis de legitimidad que hace que para los políticos nacionales y locales sea muy fácil hablar contra la prensa. Ganar votos con ello. A partir de esas actitudes los electores pueden evaluar el grado de democracia que están buscando quienes aspiran a un cargo.

Yo espero más de líderes como Gustavo Petro, críticos del liberalismo, del statu quo, del modelo económico y por ende el sistema de medios, y quisiera que hicieran mejores propuestas para que no haya el monopolio que existe hoy. Ni siquiera los políticos que se califican a sí mismos como progresistas se han sentado a pensar que Colombia tiene muy pocos medios y que una lucha por las libertades tendría que buscar que existan más. Eso no se logra estigmatizando a la prensa. En esa línea la izquierda de Correa, de López Obrador en México, del Chavismo en Venezuela, se quedó anquilosada ahí. 

LSA:

¿Ustedes creen que un periodismo cada vez más militante es producto de que los jóvenes ahora están participando de forma más activa en el debate público? 

Ramírez:

Definitivamente. Los jóvenes hoy están involucrados en salvar el planeta, en defender a los animales, en la equidad de género, en ser parte en general de las discusiones.

Les llega mucha más información, por muchos canales —no sé si están necesariamente mejor informados— y eso los hace mucho más comprometidos que mi generación, por ejemplo. Sobre todo, si tenemos en cuenta las dictaduras militares que hubo en muchos países latinoamericanos y en el caso de Colombia, la violencia y el conflicto armado.

Ese compromiso hace que un grupo amplio de jóvenes no vean con extrañeza ser activistas y periodistas al mismo tiempo. Salir a cubrir una marcha y marchar al mismo tiempo. En el manual de autoprotección dice; “Ve claramente identificado como periodista. No te vayas mezclado con el Esmad, no te vayas mezclado con los que están manifestando en primera línea”. Y sin embargo, para los muchachos eso no es un problema.

Hay un cambio generacional. Como siempre la tecnología y las personas van más rápido que los manuales, que las normas.

Por otro lado, como lo relata el libro “Manipulados. La batalla de Facebook por la dominación mundial” estas nuevas generaciones también han crecido en un ambiente de manipulación del algoritmo y las burbujas. Y eso también le está haciendo daño al juego democrático. Si a eso le sumamos las bodegas de bots y todo la manipulación de países que sí han sabido para qué sirve Facebook como Rusia, Tailandia, el mismo Filipinas.

El panorama es gris para la democracia que tiene apenas 200 años de establecida. Si le dimos la oportunidad al imperialismo, a las monarquías, a la democracia hay que darle oportunidad y eso no se logra restringiendo la libertad de prensa, ni insultando periodistas, ni quitando medios, sino todo lo contrario.

Villegas:

El libro “No hemos entendido nada” de Diego Salazar plantea también la cuestión de las redes sociales. Es una obviedad que merece ser repetida, y es que no todo lo que circula en las redes sociales es periodismo, no toda la información que circula en el entorno digital es periodismo. Entonces Diego dice como hay políticos y hay estrategas de comunicación que todo el tiempo están poniendo en circulación información falsa y el objetivo de eso es básicamente confundir, intoxicar los canales no tanto para que la gente crea sus mentiras, pero sí dude de las verdades que circulan en ese ecosistema.

Por otro lado, Diego plantea que los periodistas tienen un método que incluye dar contexto, contrastar información o buscar información verificada, chequear datos, cotejar con varias fuentes y eso no necesariamente lo hacen otro tipo de divulgadores o de generadores de contenidos. ¿Hay que clausurarlos? No. Hay que hacer más periodismo de calidad, más radical en su calidad y mostrarles a las audiencias como reconocer las diferencias para que el periodismo tenga posibilidades de subsistir. Porque yo sí creo, como dice la FLIP, que sin periodistas no hay periodismo y sin periodismo no hay democracia.

Ramírez:

 Eso implica que los periodistas nos formemos mejor. Los políticos, lo decía Moisés Naím en su libro, hoy se preocupan mucho más por su imagen que por mostrar cómo van a dirigir al país, al departamento, o al municipio. Y entonces, si los periodistas no estamos preparados para este reto, estamos siendo fácilmente manipulados. Tenemos que entender cuál es nuestro rol como contrapoder dentro de la sociedad. Qué cosas se deben cuestionar y quién lo puede hacer. No tenemos que saber de todo pero sí tenemos que saber quién sabe. 

Vallejo:

 La gente en campaña subestima mucho el periodismo y la función que tiene en una democracia, solo hasta que llegamos a un lugar de abuso generalizado, de autoritarismo, la gente recuerda lo importante que era informar de manera veraz e imparcial, así como conocer diferentes opiniones. 

Soy la editora de La Silla Amazonía desde 2024 y estoy a cargo del Curso de Inmersión de La Silla. Fui la editora del Detector de Mentiras desde mediados de 2022 hasta 2023. Y previo a eso fui la editora de La Silla Académica desde 2017. Soy abogada de base e hice una maestría en investigación...

Estudio comunicación social-periodismo en la Universidad Externado de Colombia y fui practicante de La Silla Académica.