Esta campaña tiene la particularidad de que los cuatro candidatos más opcionados ya gobernaron en el pasado. Gustavo Petro, Sergio Fajardo, Federico Gutiérrez y Rodolfo Hernández fueron alcaldes durante cuatro años —y Fajardo fue gobernador durante otros cuatro— un tiempo suficiente para demostrar su talante como gobernantes, su estilo de gerencia, sus debilidades y fortalezas. En esta serie, La Silla Vacía los compara con base en la extensa reportería que hizo para el libro de perfiles “Los Presidenciables”, que acaba de salir en venta en librerías.

Así fue Sergio Fajardo como alcalde y gobernador

Periodo: 2004-2007 en la Alcaldía, 2012-2015 en la Gobernación.

Contexto: Llegó a la Alcaldía en su segundo intento, recién salido de la subdirección de El Colombiano y tras una primera campaña fallida en el 2000, que había marcado el inicio de su carrera política tras una carrera anterior como académico. Lo apoyaron los mismos grupos intelectuales que en el 2000, y líderes como Rafael Pardo, Antonio Navarro y Gina Parody.

Su campaña la hizo a punta de volantear en las calles durante horas, hablando con la gente y explicando su programa. Ganó la Alcaldía con la votación más alta de la historia en ese momento para la ciudad, casi 210 mil votos, y obtuvo más del doble de su contendor, el conservador Sergio Naranjo.

Después de su alcaldía continuó en política con su movimiento Compromiso Ciudadano. En 2010 su lista al Senado de este movimiento se quemó y tuvo que renunciar a su aspiración presidencial para unirse a Antanas Mockus como su fórmula en la Ola Verde. Ahí se unió al Partido Verde, con cuyo aval se lanzó a la Gobernación en 2011.

Aliado con el liberal Aníbal Gaviria, que iba por la Alcaldía, ganó la Gobernación con una campaña igual a la que hizo para la Alcaldía. Sacó también una votación histórica, fue el candidato más votado de todo el país, con casi 950 mil votos, y le sacó casi 400 mil votos a su contendor más cercano, el conservador Álvaro Vásquez.

Con quién gobernó: Con colaboradores que lo acompañaron en campaña y con los que había compartido en su carrera política previa —o, en el caso de la Alcaldía, desde los inicios de su carrera cuatro años antes. Varios tenían un perfil técnico, algunos de ellos nuevos en el mundo de la política y el sector público. Entre ellos había personas del sector privado y el sector social, lo que le facilitó esta articulación durante su mandato.

Particularmente en la Gobernación, gobernó también con funcionarios que hicieron parte del gabinete de su predecesor, Luis Alfredo Ramos.

Bandera central: La educación en el centro de la agenda de gobierno. Transformar la política, gobernando con transparencia y sin clientelismo.

Talante: Fajardo es, ante todo, un matemático, y este rasgo define su talante. Es metódico y, así como los matemáticos parten de axiomas, todo el accionar de Fajardo parte de unos principios éticos, explícitos y compartidos con los equipos con los que trabaja.

Su principal principio —el “supraprincipio”, lo llama él— es “que los medios justifican el fin”. Su principal objetivo es poder demostrar la idea que tiene en la cabeza: que solo a punta de consistencia y coherencia es posible construir confianza y cambiar la política.

“Ante un problema, Sergio siempre nos dice, ‘arranque por los principios’. ¿Cuál es nuestra posición de principios frente a este tema?”, dice Santiago Londoño, su exsecretario de Gobierno en Antioquia.

Moverse a partir de principios con un norte fijo que Fajardo suele tener siempre en la cabeza le da a sus equipos una confianza absoluta en él porque, como dijo uno de sus excolaboradores, “cada camino es pensado, y el camino siempre está centrado en el objetivo”.

Los logros de Fajardo tanto en la Alcaldía como en la Gobernación, sobre todo en transparencia y lucha contra la corrupción, los consiguió precisamente porque llegó al poder apegado a sus principios. No llegó con las manos amarradas a gobernar, no le debía favores a nadie ni tenía rabo de paja, y escogía a sus colaboradores por mérito y no por recomendaciones. Básicamente, porque tenía libertad para decidir y también porque tenía en su cabeza un modelo que llevó a la práctica con relativo éxito.

Cómo gerencia: Fajardo es el tipo de líder que tiene una visión y que lidera a partir de ella esperando que los que lo rodean lo sigan. No es el líder que construye la visión con su equipo.

Eso tiene dos efectos: hace que sus equipos funcionen de manera cohesionada y eficiente, pero que no haya demasiado margen para la creatividad, y tampoco para disentir de él.

Varias personas con las que hablamos nos dijeron que Fajardo escucha a la gente durante horas. Además, sin establecer jerarquías, y que no se siente intimidado por los que saben más que él. Pero que no suele dejarse permear por lo que escucha.

“Es difícil convencerlo de algo de lo que no está previamente convencido. Cuando tratas de convencerlo inmediatamente se pone a la defensiva, ‘no me acosés’, dice”, dijo una de ellas. “El punto ciego de Sergio es un problema para escuchar, sus convicciones son demasiado fuertes”, coincide otro excolaborador.

Sin embargo, una vez tomada la decisión, Fajardo trabaja con sectores diversos para sacarla adelante. Una marca de ambas administraciones fue elaborar planes de desarrollo con corresponsabilidades y con presupuestos participativos con las comunidades. No había casi ningún proyecto que no tuviera un socio en el sector privado y otro en el sector social. La mayoría tenían comités asesores integrados por ONG, empresarios y academia para ayudarlos a sacar adelante, a hacerles veeduría a los recursos públicos y sobre todo a convertirse en puntos de unión y de creación de confianza entre gente normalmente incomunicada. La receta de Fajardo fue unir a los empresarios con las ONG de izquierda de la ciudad.

Su relación con otros poderes: En ambas administraciones, Fajardo demostró una gran capacidad para armar consensos.

Cuando llegó a la Alcaldía de Medellín se enfrentó a un Concejo en el que su partido sólo tenía dos curules de 21, y cuando llegó a la Gobernación tenía tres diputados de 26 y cuatro alcaldes de los 125. Pero a diferencia de otros gobernantes que lo primero que hacen es armar coalición apenas llegan para tener aseguradas las mayorías, Fajardo no lo hizo.

Aún así, en la Alcaldía logró hacer proyectos grandes para reducir los índices de violencia de la ciudad y sanear las finanzas públicas, y en la Gobernación logró la aprobación de casi todos los proyectos de ordenanza que presentó.

A los pocos días de llegar a la Gobernación, citó a todos los alcaldes y les dijo que ese día empezaba un “partido” que duraba cuatro años, que quería que todos jugaran en la misma cancha. Les dijo que no necesitaban pedir citas para hablar con él o con su gabinete, y así fue.

Uno de ellos nos dijo que los citaba en su oficina y les dedicaba tiempo. “Le preguntaba a uno que qué necesitaba, que él sabía que uno era bueno para tal y tal cosa, que le ayudara y que con él no era ni con puestos ni con plata. Que era trabajando juntos que se lograba”.

También mantuvo una buena relación con la ciudadanía y con empresarios, ONG y la academia. En la Alcaldía arrancó con una favorabilidad de 72 por ciento y terminó casi en 90; en la Gobernación empezó con el 80 por ciento y terminó en 76, según la encuesta Gallup Poll.

Sus principales logros: En ambas administraciones Fajardo se llevó el premio de mejor alcalde y mejor gobernador, respectivamente, otorgado por Colombia Líder, una ONG que mide el desempeño en distintas áreas como reducción de la pobreza, infraestructura y seguridad. Pero sus principales logros en ambas administraciones se dieron en sus banderas: educación y lucha contra la corrupción.

Fajardo invirtió el 40 por ciento del presupuesto de inversión de su Alcaldía y el 50 por ciento del de la Gobernación en educación, y puso la educación en el centro de la agenda de la ciudad y del departamento.

El resultado de este esfuerzo focalizado se vio en la mejora de los índices de calidad hasta en 8 puntos porcentuales en la educación básica y primaria y una duplicación de la cobertura en educación preescolar. También mejoró el acceso a la educación superior con la creación del fondo de EPM para becas, que en 2008 becó a 3 mil jóvenes de estratos 1, 2 y 3 (un 20 por ciento de los bachilleres que se graduaron ese año en esos estratos), y al día de hoy ha dado más de 40 mil becas.

Como gobernador, redujo a la mitad la deserción escolar, construyó más de 50 parques educativos y priorizó la formación de profesores, ofreciendo más de mil becas para maestría cuando, al inicio de la Gobernación, solo 90 de los 19 mil profesores tenían maestría. Varios de los programas de ambas administraciones fueron imitados a nivel nacional. 

A pesar de lo anterior, en 2015 —último año de Fajardo en la Gobernación— Antioquia bajó un punto con relación al resultado que obtuvo en 2014 y se ubicó por debajo del promedio nacional en los resultados de las Pruebas Saber 11. Fajardo ha explicado que el Gobierno cambió las pruebas (que es cierto) cuando su mandato iba en la mitad, lo que las hace incomparables.

Durante su Gobernación, además, Antioquia encabezó el ránking de transparencia departamental de Transparencia por Colombia —pasó del puesto 11 al puesto 1 durante el mandato de Fajardo— y el índice de gobierno abierto de la Procuraduría —pasó del puesto 27 a a estar entre el primero y segundo lugar durante todos los cuatro años.

El episodio más polémico: Su mayor lunar en la Alcaldía fue la “donbernabilidad”, que existió más allá de Fajardo, pero aún lo persigue su fantasma.

Desde los 90, la Oficina de Envigado —bajo el mando del narco y jefe de sicarios Diego Fernando Murillo Bejarano, alias Don Berna— controlaba las bandas delincuenciales de Medellín a través de una oficina de cobro, que prestaba servicios al narcotráfico como cobrarles las deudas, alquilarles sicarios, y prestarles ‘seguridad’ a los narcos.

Antes de que se desmovilizara el bloque de Don Berna, —el 9 de diciembre de 2003, como parte del proceso de paz entre el Gobierno de Álvaro Uribe y las Autodefensas Unidas de Colombia—, la tasa de homicidios en Medellín era de 92,9 por cada 100 mil habitantes. Y en 2007, último año de la alcaldía de Fajardo, fue de 34 por cada 100 mil habitantes, la más baja desde inicios de los años ochenta.

Los expertos con los que habló La Silla atribuyen esta reducción drástica y atípica de homicidios a la “donbernabilidad”, como se denomina el pacto que se dio a finales de noviembre de 2003 cuando se desmovilizó el bloque de Don Berna, el primer bloque urbano de las autodefensas. Todas las bandas y combos delincuenciales del Valle de Aburrá quedaron bajo el control de la Oficina de Envigado, con el compromiso de no ejercer violencia sin su autorización.

10 fuentes consultadas por La Silla en esa época coincidieron en que Fajardo no estuvo metido ni hizo parte de ese pacto. “Fajardo no auspició nada, pero tampoco se le opuso y sí le sacó provecho a los resultados con eso de ‘Del miedo a la esperanza’”, dice Luis Fernando Quijano, director de la ONG Corpades y quien le ha hecho seguimiento durante décadas a la violencia urbana en Medellín.

“Él no reconoció lo que estaba pasando, no miró más allá de lo que decían la Policía, el Gobierno Nacional, la Fiscalía. Él estaba convencido de que todo estaba bien porque sus asesores le decían que todo estaba bien”, le dijo Quijano a La Silla. Quizás por un exceso de confianza, pero quizás también porque a Fajardo le cuesta trabajo meterse en el lado oscuro de las cosas, una inclinación problemática cuando se gobierna una ciudad atravesada por el narcotráfico.

“Con ellos negoció el Gobierno del presidente Álvaro Uribe, y él era el que tenía la relación con ellos como líderes de esos grupos”, dijo Fajardo sobre el tema. “La obligación que tenían era no delinquir, estaban en un proceso. Tenían que respetar la vida y precisamente tenían que cumplir, para eso se hizo ese acuerdo. Entonces, que me vengan a decir ahora que yo me hice el de la vista gorda, porque yo no me hice el de la vista gorda (…) Ocupamos los espacios, llevamos las intervenciones sociales y le cambiamos el rumbo a la ciudad”, agregó.

Es cierto que durante la alcaldía de Fajardo aprovecharon la tregua de estas bandas para llegar a los territorios donde antes no podían entrar. Durante su Alcaldía hicieron un Plan Maestro de Equipamientos de Seguridad (Policía), Defensa (Ejército) y Justicia (jueces, Fiscalía, inspecciones de Policía, comisarías de familia, casas de justicia) para Medellín y todos los municipios del Área Metropolitana (Itagui, Bello, Envigado, Sabaneta, Caldas, Girardota, Copacabana y la Estrella) y le apostaron a la reinserción, con plata de la Alcaldía incluso, como no lo hizo ningún otro mandatario local.

En términos de seguridad, sin embargo, la ciudad no cambió el rumbo. Entre 2008 y 2009 —cuando extraditaron a Don Berna y arrancó una nueva disputa por el vacío de poder—, la curva de homicidios empezó a subir y prácticamente perdió todo el avance, ya que cerró con una tasa de 94,3 homicidios por cada 100 mil habitantes. Es decir, igual a como estaba en 2003.

Esta disparada en los homicidios reforzó la idea de que la tranquilidad que se vivió durante la época de Fajardo (y que en todo caso no fue una situación exclusiva de Medellín sino de todas las ciudades donde delinquían los paramilitares) fue el resultado de una tregua entre las bandas delincuenciales, y no por una transformación estructural en ese campo propiciada por Fajardo.

En la Gobernación, su mayor lunar llegó cuando ya había terminado su gestión: el desastre de Hidroituango. En 2021, la Contraloría lo encontró responsable —junto con otras 18 personas y 9 empresas— de un detrimento patrimonial de 4,2 billones de pesos por las demoras y las obras adicionales de Hidroituango.

A Fajardo lo señaló de que, cuando fue gobernador, no supervisó debidamente a sus delegados en la junta de Hidroituango y no les dio instrucciones para parar los cambios que hizo EPM en la obra para poder comenzar a operar en 2018. Entre esos cambios estuvo no hacer las compuertas inicialmente previstas en los dos túneles de desviación del Cauca y hacer un tercer túnel que no estaba en los diseños originales, y que fue el que colapsó en 2018.

Él se defendió diciendo que él y los miembros de la junta de Hidroituango no son ingenieros expertos en hidroeléctricas y su función no era tomar decisiones técnicas, sino solo supervisar el contrato en general; que ni él ni sus subordinados actuaron mal; y que la caída del túnel se dio cuando él ya había salido del cargo.

Sin embargo, la Contraloría de Pipe Córdoba —con quien Fajardo tiene un pasado álgido y a quien el candidato acusó en ese momento de ser una ficha política— lo encontró responsable en primera y segunda instancia.

Poco después, sin embargo, EPM pudo llegar a un acuerdo con las aseguradoras para que costearan el detrimento patrimonial calculado por la Contraloría, poniendo fin al proceso con el pago de una de las sanciones más altas de la historia.

Fui periodista de ciencia y salud en La Silla Vacía de 2021 a 2022. También he trabajado en investigación y publicaciones científicas con el grupo de investigación de neurocirugía de la Fundación Santa Fe de Bogotá.