Róbinson Preciado, barbero del barrio Petecuy, al noriente de Cali.

Es miércoles por la tarde en el barrio Alfonso López, al nororiente de Cali, y hay un escándalo. Se escuchan gritos desaforados por toda la cuadra. Pero no hay miedo, ni problemas, es un grupo de jóvenes que celebra en una barbería la remontada del Real Madrid en la semifinal de la Champions League.

Uno de ellos tiene un sombrero de fibra con las alas dobladas, típico de la costa pacífica. Es Yeison Carabalí, le dicen Casta y tiene 24 años. Llegó a Cali desde Timbiquí con el sueño de ser futbolista, pero la necesidad venció a la paciencia y se volvió barbero. Ahora es el dueño de California, una de las 300 barberías de la ciudad con el sello Social Barber. 

Social Barber es un programa coordinado por la Fundación para el Desarrollo de la Raza Negra (Fedepran), en colaboración con la Alcaldía de Cali y las organizaciones internacionales Usaid y Acdi-Voca. Una nueva forma de enganchar a los jóvenes y competir con las tentaciones de la calle a través de un negocio que ha crecido como espuma. Además de un fomento al emprendimiento, es una reivindicación de las nuevas masculinidades afro. 

Después de pasar por Cali, Cartagena y el Norte del Cauca, ahora tiene el respaldo del gobierno nacional para llegar a los barrios de otras ciudades del país. 

La ‘casta’ del barbero

Carabalí tiene siete años de experiencia. Arrancó, como todos en ese oficio, en una barbería ajena, hasta que logró juntar un par de millones y una lista de clientes para abrir la suya. California no tiene aviso, pero tiene el distintivo universal: una lámpara en espiral en su entrada. 

“Para arrancar con una barbería lo principal es la actitud, herramientas no se necesitan muchas. Cuando yo empecé arranqué con una máquina sencilla y ahora tengo ocho, pero siempre utilizo la misma”, dijo Carabalí. 

Llega todos los días a las 9 de la mañana, pone un estado en WhatsApp para que sus clientes sepan que ya está activo y arranca su jornada hasta las 9 o 10 de la noche. Los principales pedidos son El Jersey, El Siete, El Coby, el Skin Fade, pero a veces llegan clientes más veteranos que piden otros peluquiados, como el Garzón. Con el corte preciso y la charla desprevenida se gana la confianza de sus clientes.

“Cuando la gente llega a la barbería se siente como si llegara a su casa. El barbero es como la segunda familia de los clientes. Es consejero, escucha, opina. Hasta se han salvado personas de que maten o los maten”, cuenta Carabalí mientras organiza sus utensilios.

Recuerda que una vez, cinco tipos llegaron a atacar a un joven que estaba atendiendo. Le lanzaron rocas y lo amenazaron con cuchillos, hasta que él tuvo que interceder. “Ustedes me respetan, él está en mi barbería y ustedes también se peluquean aquí”, les dijo a los ofendidos. Logró disuadirlos y cuando terminó su trabajo le dio un consejo al cliente: “Mano, tenés que ponerte las pilas. ¿Si te cogen en otro lado qué?”. 

Su barbería ya es reconocida en el barrio y su voz es escuchada cuando hay algún problema, por eso, el año pasado llegó una muchacha a hablarle de Social Barber. “Yo no era creyente porque esos programas se ven mucho y son la decepción, pero pa’ qué, este fue muy bueno”, dijo. “Me ayudó a crecer como persona y a organizarme como barbero”, agregó. 

Barberías de corte social: Un invento del Pacífico

La barbería urbana, la de la bandera roja-azul-blanca, llegó a Colombia por el Pacífico. En los años 70, habitantes de Buenaventura se montaban como polizones a los buques que salían del puerto, en busca del sueño americano. En el norte conocieron las barbershops gringas, habitadas principalmente por gente afro. 

“Ese negro de Buenaventura absorbió la cultura de los negros norteamericanos. El blanco y el mestizo van a la barbería por estética. El negro va por eso, pero también para reafirmación de su identidad”, dijo Ray Charrupí, líder de Fedepran.

A su retorno, los polizones se trajeron la máquina de motilar en la maleta y comenzaron a poner barberías en Buenaventura. Después, volvieron a migrar, esta vez al oriente de Cali, que comenzó a poblarse de desplazados de la costa pacífica. A pesar de que el estilo hippie ganó terreno y el cabello largo comenzó a dejar sin clientes a las barberías clásicas, las afro resistieron.

“Los negros insisten en el tratamiento diferencial para el cabello masculino. La barbería es un patrimonio cultural afro que puede ser practicado por cualquiera”, dijo Charrupí, un apellido sonoro por protagonizar una canción de salsa y una campaña nacional contra el racismo. Entre los políticos también es conocido. Fue parte de la ola verde, exsecretario de Cultura de Cali y es cercano al ministro del Interior, Luis Fernando Velasco.

Recientemente, el avance del movimiento hip hop y la expansión de la cultura urbana le devolvieron el protagonismo a los barberos. Además de buen negocio, las barberías se convirtieron en espacios de integración y conversación, principalmente entre los hombres jóvenes, lo que les da un potencial que puede ser transformador.

“Antes entrábamos a los territorios con cultura, arte y deporte y lográbamos espantar a la muerte. Pero cuando se terminaba el proyecto, la muerte volvía”, explicó Charrupí. “La barbería es una forma más sostenible de intervenir que no requiere tanta permanencia en la intervención. Es más natural”, agregó.

El programa comenzó con una búsqueda en terreno. Fueron mapeadas y encuestadas 900 barberías en la ciudad, catalogadas de 1 a 5 según su nivel de desarrollo. Los resultados de la encuesta están reflejados en el siguiente mapa.

Después, con base en el mapa de calor de la violencia en Cali, fueron seleccionadas 300 para que sus barberos asistieran a cinco campamentos en los que abordaron temas cívicos, como derechos humanos, código de policía, nuevas masculinidades; y temas económicos, como mercadeo y administración. 

“El ejercicio es que los barberos se conviertan en gestores de reconciliación, que con una capacitación sean mediadores de pequeños conflictos en los barrios para prevenir casos de violencia”, dijo Jairo García, secretario de Seguridad de Cali. “Es una mezcla de liderazgo social y emprendimiento”, agregó. 

En abril los 300 barberos se graduaron con honores en el teatro municipal de Cali y a cada uno le fue otorgada en comodato una estación de barbería con sus respectivos utensilios. En el futuro, pueden ser más los barberos-gestores, y no solo en Cali. El ministro Velasco anunció que el gobierno nacional planea llevar Social Barber a otras ciudades. Según Charrupí, ya hay un acuerdo para llegar a Sincelejo, Buenaventura, Soacha, Bogotá, Medellín y Buenaventura. 

Jóvenes: los más “trasquilados” en Cali

Cali es, entre todas las ciudades capitales, la más violenta y la mayor parte de la violencia se concentra en un espectro de la población: los jóvenes más pobres. 

De acuerdo con cifras de la Secretaría de Seguridad, desde 1993 hasta 2021, los jóvenes entre 14 y los 28 años representaron más del 50 por ciento de las víctimas de homicidio, pese a ser solo un 25% de la población. La violencia homicida recae exageradamente entre los de estratos bajos. El año pasado, por ejemplo, 422 de los 445 jóvenes asesinados en Cali, eran de estratos 1, 2 y 3. 

Cali también es la ciudad con la población afro más grande de Colombia, más de 600 mil, lo que representa casi un tercio de los caleños. En términos latinoamericanos, es la segunda ciudad con la población negra más alta, después de Salvador de Bahía en Brasil. El oriente concentra a gran parte de esa población y es precisamente allí donde se agrava la violencia. La mitad de los homicidios de jóvenes fueron en cuatro de las 22 comunas: 13, 14, 15 y 21, las que conforman el distrito de Aguablanca. 

Para este cuatrienio, la Alcaldía de Cali tiene como uno de sus principales retos la reducción de la violencia homicida y volver a Cali una “Capital Pacífica”. “Uno de los ejes fundamentales es la prevención de la violencia: prevenir la vinculación de jóvenes en la criminalidad y prevenir que sean víctimas”, dijo el secretario de seguridad. “Vamos a trabajar con jóvenes en riesgo y con los que están en el sistema de responsabilidad penal adolescente para evitar la reincidencia”, continuó. 

Hace dos años la cifra de homicidios de jóvenes bajó al 40% y el arranque del 2024 es esperanzador. En los primeros cuatro meses hay una reducción de 20% respecto al mismo periodo del año anterior y de 53% respecto al promedio histórico.

Primeras y segundas oportunidades

En una esquina del barrio Petecuy nunca falta el movimiento. La puerta casi siempre está abierta y es la última en cerrar en las noches. También lo está los domingos, festivos y en diciembre sí que más. Es la barbería Robinson Preciado, quien desde hace cuatro años es el responsable de que la gente del pedazo se vea bien. 

Nació en Cali, tiene 27 y antes de coger la máquina también lo intentó con el balón. Un apéndice inflamado lo sacó del fútbol y desde entonces encontró su vocación entre las cuchillas y las tijeras. “Me tocó buscar otras formas de trabajar. Siempre he sido muy independiente, no me gusta que me manden”, cuenta “Preci”. 

Según la encuesta, el día con menos trabajo en una barbería es el martes y los días con más trabajo son los sábados.

Comenzó a los 16 en el colegio. Entre clase y clase motilaba a sus compañeros y depilaba a sus compañeras. Luego aprendió la técnica con tutoriales de YouTube, hasta que tuvo el nivel necesario para trabajar en una barbería por el Centro Comercial Único. Luego montó la suya en 2020.

“Lo que usted necesita, más que lo material, es un buen barbero. Vos podés tener una elegancia de barbería, con aire acondicionado, puertas automáticas y todo. Pero si el barbero no sabe, perdés liga, tiempo y todo lo invertido”, explicó. 

Una vez el negocio está en marcha, lo que hay que tener es “personalidad” para saber decir que no ante las múltiples posibilidades que ofrece la calle. “Es cuestión de no dejarse llevar. Para no estar a cada rato en Vallegrande tomando cocteles, en las rumbitas de Rey del Norte o en Lolas Club cada ocho días. El joven de Cali piensa que va a ser joven toda la vida”, sentenció.

Las paredes de “Preci Barber” son negras y están decoradas con pequeños cuadros de caricaturas. Un dibujo a lápiz retrata los rostros de Eminem, Snoop Dogg, Ice Cube y otros íconos del hip hop. Mientras “Preci” atiende la entrevista, otros dos atienden a los clientes: Douglas Izquierdo y Jhon Rizo, quien también es famoso en el barrio por sus canciones. 

“Mientras estoy aquí me siento a escribir letras y puedo ir al estudio a grabar, ¿en una empresa cómo hago?”, dijo Rizo. “Este trabajo porque me da más independencia y me da muchas perspectivas. Aquí llega gente que trabaja bajo el sol o en un escritorio… Pensamientos diferentes, consejos distintos”, agregó. 

La barbería tiene esa doble capacidad. Es una segunda oportunidad para quienes lo intentaron y no lo lograron, o es la primera para quienes aguardan por otras oportunidades. También está adaptada a los nuevos tiempos, a la dificultad de conseguir un empleo bien pago —la cifra de desempleo juvenil es de 17,8%— y a la creciente apatía de los jóvenes por trabajar en sueños ajenos. 

Para que el negocio sea rentable hay que hacer grandes sacrificios. Jornadas de 12 horas o más, de lunes a lunes y sin descanso. Además, la informalidad es casi total, propia de un oficio joven y de una juventud aislada de la legalidad. Según Social Barber, el 80% de las barberías ni siquiera está registrada en Cámara de Comercio.

Social Barber busca encausar el ímpetu juvenil en lazos de confianza y oportunidades, que ayuden a dignificar su oficio en lo legal y en lo simbólico. “Uno puede apaciguar a la gente y darle oportunidades. Si uno ve a un man en peligro, le pregunto y le puedo ayudar. La barbería es una alternativa”, concluyó “Preci”. 

Con la máquina en la mano, miles de jóvenes caleños han sabido salir adelante en medio de un ambiente hostil. Su pulso se ha convertido en su protección. La experiencia caleña y la herencia del Pacífico ahora marca el corte de lo que puede ser un futuro distinto para jóvenes de todo el país.

Soy el periodista de La Silla Vacía en el Pacífico. Estudié periodismo de la Universidad de Antioquia. Crecí en el periodismo universitario y cofundé el medio de comunicación La Vuelta, enfocado en periodismo para juventudes. Ahora cubro el poder en el Valle del Cauca y la región Pacífica.