La Organización Internacional del Trabajo (OIT) explica que se considera trabajo infantil “toda aquella actividad o trabajo que priva a los niños de su infancia, su potencial y dignidad y es perjudicial para su desarrollo físico y psicológico”.

Pero, si estamos en un país en el que, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane), para el último trimestre de 2022 se reconocieron por lo menos 369 mil niños, niñas y adolescentes trabajadores ¿En qué estamos fallando a la hora de mitigar o erradicar el trabajo infantil? ¿Cuántos de estos niños y niñas son de nacionalidad venezolana?

Como bien lo cita el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur), la OIT considera trabajo infantil toda actividad que priva a los niños de su infancia, pero ¿y si el niño trabaja y goza plenamente de su infancia? 

Si por esa labor lo que hace es aprovechar su potencial y dignificar su vida, ¿es el trabajo una actividad completamente perjudicial para el desarrollo físico y psicológico de los niños, niñas y adolescentes? 

Aunque no soy autoridad para responder esta pregunta, yo creo que antes de tratar de erradicar el trabajo infantil debemos colocar una discusión sobre la mesa: la dignificación del trabajo infantil. 

Según el Dane, y como ya se dijo, en Colombia hay un número importante de niños, niñas y adolescentes ocupados en alguna actividad económica, y por eso les presentaré algunos datos importantes:

  1. De los 369 mil niños, niñas y adolescentes que trabajan, el 55,6% se encuentra ubicado en zona rural y el 44,4% se encuentra en centros poblados. O sea que el trabajo infantil también se debe analizar como un factor cultural del sector rural.
  2. Las principales razones por las que trabajó la población de 5 a 17 años fueron: le gusta trabajar para tener su propio dinero (37,1%), debe participar en la actividad económica de la familia (33,3%) y debe ayudar con los gastos de la casa, ayudar a costearse el estudio (15,7%), porque el trabajo lo forma, lo hace honrado y lo aleja de los vicios (11,11%).
  3. Por lo menos 1´180.000 niños, niñas y adolescentes realizaron trabajo doméstico no remunerado en su hogar por 15 horas. En las cabeceras se registraron 714 mil personas y en los centros poblados y rural disperso 467 mil personas. El 60,9% de las personas entre 5 y 17 años que trabajaron en labores domésticas no remuneradas correspondió a mujeres y el 39,1% a hombres. Una cifra importante para concluir que seguimos criando niños y niñas bajo dinámicas machistas y/o patriarcales. 

Entonces, voy a plantear dos ejemplos, uno sobre lo que puede ser trabajo infantil digno y otro sobre lo que podemos considerar como una forma de explotación:

Aura es una niña de 11 años que, junto a sus dos hermanos, acompaña a sus padres a trabajar los fines de semana. Ella estudia, goza de una estabilidad familiar y reconoce la importancia de su trabajo.

Aura no se ve privada de su infancia, su potencial o mucho menos en su dignidad, sino todo lo contrario, para ella lo primero es estudiar, recrearse y después de eso trabajar. Quizá el trabajo en la vida de aura y sus hermanos, que son todos menores de 14 años, no representa un daño a futuro a nivel psicológico o físico, sino que puede ser todo lo contrario.

Entender la vida y sus dinámicas podría convertirse en una ventaja que adquiera y se puede traducir en habilidades que le permitan un mejor desarrollo.

Caso contrario es el de Fran, un niño venezolano de 14 años que desde hace 4 años llegó a Colombia. Desde su llegada no ha pisado por primera vez un colegio, pero tampoco tiene la intención de hacerlo.

Vive en un asentamiento humano y la situación socioeconómica de su familia parece no tener fondo. Cuando conocí a Fran era un niño tímido, no hablaba mucho y le costaba expresarse, la tristeza parecía una constante en su vida. Hace poco Fran llegó muy contento a los encuentros con jóvenes, pues había conseguido un trabajo.

Desde el inicio de sus labores comencé a percibirlo con otra cara, contento, hablando más fuerte y parecía mucho más seguro de su ser, lo malo es que Fran trabajaba en una chatarrería de lunes a sábado de siete de la mañana a cinco de la tarde por no más de cincuenta mil pesos (50.000 COP) semanales.

Sí, a Fran lo estaban explotando. Su trabajo generó alerta, pues podía producir un daño psicológico y físico a futuro, aun así, Fran parecía muy contento porque por fin había conseguido un trabajo.

Dos semanas después, Fran volvió a llegar cabizbajo al encuentro de jóvenes ¿La razón? En su segunda semana de trabajo, después de terminar su larga jornada el día sábado, la persona que lo había empleado le pagó diez mil pesos (10.000 COP) por la semana de trabajo.

Como Fran hay muchos niños, niñas y adolescentes venezolanos que, por diferentes razones, no se vincularon nunca al sistema educativo y hoy en día son sometidos a las peores formas de explotación infantil, mendicidad ajena y esclavitud laboral. Por otra parte, es necesario analizar la situación de miles de familias venezolanas y colombianas con lupa.

En el caso de los niños, niñas y adolescentes que desempeñan labores domésticas y de cuidados no remunerados la situación no deja de ser preocupante.

Saray es una niña venezolana de 12 años que estudia de seis de la mañana a una de la tarde. Una vez sale del colegio tiene que cuidar a sus dos hermanas menores, pues su mamá trabaja en diferentes casas de familia, por lo que sus jornadas laborales comienzan muy temprano en la mañana y terminan tarde en la noche.

Mientras tanto, Saray no solo debe encargarse de terminar el almuerzo a su llegada del colegio, sino que debe dirigir también las tareas de sus hermanas menores y preparar la cena para toda la familia

¿Se imaginan el trabajo que tendría el estado al tratar de restablecer los derechos de por lo menos 1,3 millones de niños, niñas y adolescentes que ejercen labores domésticas y de cuidado no remunerado?

Por eso es tan importante colocar sobre la mesa la discusión sobre lo que es trabajo infantil y explotación laboral. Que abordemos los conceptos bajo una lectura crítica y que coloquemos especial atención a las centrales de abastos, semáforos de zonas céntricas de la ciudad y diferentes establecimientos de comercio informal a lo largo y ancho del país.

Por todo lo anterior es necesario construir una política pública que nos ayude a establecer una fórmula que nos permita identificar y evaluar los casos de trabajo infantil para tomar una decisión: implementamos todas las herramientas para dignificarlo y monitorearlo o, por el contrario, se activarán las rutas administrativas de protección para eliminar cualquier forma de explotación infantil.

Una política pública con una mirada amplia y crítica sobre lo que es trabajo infantil y explotación infantil, será una política con enfoque territorial que protegerá a todos los niños, niñas y adolescentes, pues ellos no son el mañana, son el ahora.  

Es el coordinador reginal Cúcuta y Venezuela del proyecto Construyendo Fronteras Solidarias. Estudió derecho y una especialización en derecho laboral y seguridad social.