Alma Beltrán y Puga, Universidad Iberoamericana en Ciudad de México.
Alma Beltrán y Puga, Universidad Iberoamericana en Ciudad de México.

No sin razón hay pánico en el Partido Demócrata después del primer debate presidencial el pasado jueves entre Joe Biden y Donald Trump. La disputa por quién ocupará la Casa Blanca en noviembre de este año se juega entre dos hombres blancos, adultos mayores, privilegiados y heterosexuales. Un símbolo en sí mismo de la necesidad de renovación de cuadros políticos presidenciables de ambos partidos. En cuestiones de género, el debate reflejó dos miradas blancas, masculinas y privilegiadas de temas tan importantes para la democracia norteamericana como el aborto, las políticas de migración, así como las posturas internacionales de Estados Unidos frente a las guerras en curso entre Israel y Palestina, Rusia y Ucrania, y su papel en la Otan (Organización del Tratado del Atlántico Norte). Ambos candidatos mostraron una masculinidad bélica en varias de sus posturas sobre política exterior.

Sin embargo, donde mayor debilidad mostró Biden fue en sus posturas sobre el aborto, un tema central de la agenda demócrata, sobre el cual debió llegar mejor preparado. Trump consideró uno de sus logros haber revertido el fallo de Roe vs. Wade (de 1971), al poner tres magistrados conservadores en la Suprema Corte que consideraron el derecho de las mujeres a la práctica del aborto no estaba constitucionalmente arraigado y debía ser un asunto que regularan los estados. Trump argumentó que esta decisión fue buena porque “toda la academia legal quería que esta materia regresara a los estados y al pueblo”. Además, matizó su postura radical conservadora sobre el aborto al declarar estar a favor de que hubiera excepciones que permitieran su práctica en casos de violación sexual, incesto y estuviera en riesgo la vida de la madre.

Por su parte, Biden respondió que esta decisión de la Suprema Corte había sido terrible por la consecuente regulación diferencial de la materia en cada estado, considerando que la mayoría de la academia legal apoyaba la sentencia Roe vs. Wade que fue la ley suprema del país por 51 años. Sin embargo, al explicar por qué era importante esta jurisprudencia para las mujeres, se enredó en una historia sobre una mujer violada por un inmigrante, que no tenía mucho sentido para ejemplificar la importancia que tienen los derechos reproductivos para preservar la vida y la salud de las mujeres. Además, dio más crédito al juicio de los médicos que a la decisión de ellas en estos casos. Por último, sostuvo que de continuar en la presidencia restauraría Roe vs. Wade (lo cual es improbable de hacer porque los cargos en la Suprema Corte son vitalicios) y vetaría una ley que restringiera de forma absoluta el aborto en el Congreso.

El debate sobre el tema del aborto ejemplificó cómo Joe Biden no supo aprovechar la incesante batalla que han dado los demócratas en su presidencia para mitigar la regresión a los derechos reproductivos que supone la modificación de la línea jurisprudencial de la Suprema Corte de Justicia en esta materia. Por otra parte, Trump, a través de la demagogia y la falsedad de datos, dio un mensaje sobre su postura sobre el aborto mucho más persuasivo para las audiencias dudosas de las capacidades intelectuales de Biden de continuar en el puesto.

Respecto de la migración, Joe Biden tampoco tuvo la suficiente solvencia discursiva para responder adecuadamente los ataques de Trump. De la discusión del aborto, Trump conectó las palabras de su rival demócrata sobre la “violación de las mujeres” con una crítica a cómo Biden había desmejorado la seguridad en las fronteras de Estados Unidos dejando pasar a “gente criminal salida de la prisión o de instituciones de salud mental, así como a terroristas del Medio Oriente”, usando otra vez los estereotipos xenofóbicos que le aumentaron puntos entre sus votantes blancos en la elección que le dio la presidencia en 2016. Biden repuntó con estadísticas esta crítica, diciendo que se habían incrementado las policías fronterizas, así como los oficiales encargados de dar asilo a las personas refugiadas, bajándose en un 40% la entrada de migrantes ilegales a Estados Unidos. Sin embargo, discursivamente la idea de Trump de que Biden ha debilitado las fronteras de Estados Unidos promoviendo que el país sea “invadido por migrantes criminales y terroristas” es un mejor uso retórico que las estadísticas de Biden.

A lo largo del debate, Trump volvió a hacer suyo el eslogan de su campaña pasada contra Hillary Clinton en 2016: “make America great again” (volver a la grandeza americana), que remite al poder de la supremacía blanca y el desprecio de Trump por las personas afrodescendientes, las migrantes, las indígenas y las mujeres, entre otras poblaciones históricamente excluidas. La descalificación constante hacia Biden, llamándolo el “peor presidente de la historia de Estados Unidos”, también muestra el discurso corrosivo de Trump frente a sus adversarios en contraste con el autoelogio de su persona.

Por el contrario, Biden no tuvo la misma elocuencia ni la sagacidad intelectual esperada por quienes lo respaldan en sus contrataques, considerando a Trump “un mentiroso e incompetente para ser presidente”, además de señalar que el candidato republicano está acusado penalmente de cometer delitos. No obstante haber estado encerrado cinco días en Camp David preparándose para el debate, Biden no se pudo deshacer de sus constantes tartamudeos, así como de varias frases inconexas e ininteligibles al responder las preguntas de los moderadores. 

Por lo tanto, las poco convincentes respuestas de Joe Biden respecto del aborto, así como de la mayoría de los temas discutidos, posicionan a Trump en un mejor lugar hacia la silla presidencial. El partido demócrata debe pensar si continuarán apoyando a Biden como candidato a la presidencia (y a Kamala Harris como vicepresidenta) en la próxima Convención Nacional Demócrata que se reunirá en agosto, donde se anunciará al candidato oficial del partido. De acuerdo con las encuestas electorales, Trump puede volver con facilidad a la Casa Blanca en noviembre. En consecuencia, el partido demócrata debe plantearse seriamente la posibilidad de elegir a otro candidato presidencial con más lucidez si no quieren perder las próximas elecciones.

Es profesora en la facultad de derecho en la Universidad Iberoamericana en Ciudad de México. Estudió derecho en el Instituto Tecnológico Autónomo de México, una maestría en derecho en la Universidad de Columbia (becaria Fulbright) y se doctoró en derecho en la Universidad de los Andes, Colombia....