Alejandro Moreno
Alejandro Moreno

La semana pasada, el diario El Tiempo tuvo acceso a un informe de la Policía Nacional que habla sobre nuevos métodos de reclutamiento de menores por parte de grupos armados ilegales en el país. El informe identifica siete modalidades –incluyendo el ofrecimiento de dinero o de kits escolares–, pero de todas ellas la que más resonó en titulares de prensa fue el uso de redes sociales y, en especial, de TikTok.

Según los medios que cubrieron la noticia, la Policía había encontrado 63 cuentas de esta plataforma asociadas a las disidencias del Estado Mayor Central (EMC), de las cuales 12 serían “las principales dinaminazadoras del reclutamiento ilícito de menores” y en las cuales se estarían publicando videos sobre armas y cultivos de coca.

No es la primera vez que las redes se presentan como una ventana al conflicto armado del país y a los territorios con mayor presencia de estos grupos. Por ejemplo, el año pasado en Circuito –una iniciativa de tecnología y democracia de Linterna Verde– evaluamos en alianza con La Silla Vacía la actividad de algunas cuentas en Facebook relacionadas con el EMC. Hace poco volvimos a hacer este ejercicio en TikTok alrededor de algunos contenidos de este mismo grupo armado en la plataforma, identificados previamente por el servicio de la BBC Monitoring

Las dinámicas de interacción de miembros del EMC en línea varían mucho de una plataforma a otra. En Facebook, notamos que el contenido alusivo al EMC o alguno de sus frentes era más directo: algunos usuarios indicaban en sus biografías que trabajaban en las disidencias, compartían comunicados oficiales, ciertos grupos y páginas publicaban videos en los que abiertamente llamaban a los jóvenes a unirse. 

En TikTok, las referencias son mucho más veladas. Aunque en ocasiones se menciona directamente al EMC o a las Farc, por lo general prima el uso de otros símbolos, como el emoji del ninja –para aludir a la lucha armada– o el de un vaquero –para aludir a las plantaciones de coca. También hay videos en los que suenan de fondo canciones que celebran la vida subversiva o que saludan a los frentes, o piezas mucho más populares, como “El Guerrillero”, de Charrito Negro. En línea con la cultura popular y los memes, el contenido oscila entre la celebración, el ‘performance’ y la difusión.

Aunque no observamos comunicados oficiales ni señales de una campaña para promover al EMC en la plataforma, la atención que reciben los videos –algunos superan las decenas de miles de visualizaciones– muestran su potencial para el reclutamiento. “¿Cómo entro?”, responde alguien al video de una mujer que aparece uniformada. “Estoy interesado”, pregunta otro en un video en el que una persona, también uniformada, aparece en una moto.

La falta de referencias explícitas podría explicar, al menos en parte, por qué las publicaciones pasaron desapercibidas para los sistemas de moderación de TikTok. Aunque las políticas de la compañía prohíben los contenidos de organizaciones criminales, hace falta mucho contexto local para comprender de qué se trata realmente. Algo similar se ha visto a la hora de detectar contenido problemático relacionado con pandillas y grupos narco en México.

El informe de la Policía llamó la atención sobre un tema que es urgente atender, pero para estudiar el fenómeno en toda su amplitud es necesario contar con más información y comprender de dónde vienen sus afirmaciones. Sería pertinente, por ejemplo, conocer de qué manera están llevando investigaciones de fuentes abiertas, qué criterios utilizan para concluir que se trata de una forma de reclutamiento, y si están denunciando los contenidos y cuentas a través de los canales de la plataforma o de manera directa con la compañía.

Sin desconocer el potencial que tienen las redes sociales abiertas para que grupos armados ilegales hagan propaganda, hablar de reclutamiento ilegal en línea implica contemplar también espacios cerrados –sistemas de mensajería como Whatsapp o Telegram– que resultan más idóneos para ese fin. Por cuenta de la configuración tecnológica y ciertas garantías de privacidad, no es posible monitorear esas plataformas; no obstante, es allí donde puede haber dinámicas más claras de presión y persuasión.

Esto último es un llamado para que las autoridades tengan aún más herramientas de vigilancia. Se trata, más bien, de no pensar que el problema está en un lugar simplemente porque es allí donde podemos verlo asomado.

Sin duda, hay contenido problemático en TikTok –al igual que en Facebook o Twitter–, pero muchas de las expresiones que se difunden son fragmentos de realidades –sociales, políticas y culturales– que existen en el país.

Abogado de la Universidad Javeriana con énfasis en derechos humanos y justicia social. Fue redactor de varias publicaciones del Grupo Semana y ha sido colaborador del diario El Espectador y del portal Relatto. En Linterna Verde ha sido editor y coordinador de Circuito, una iniciativa de información...