Catalina Rivera, exdirectora del Instituto de Bienestar Animal de Bogotá.
Catalina Rivera, exdirectora del Instituto de Bienestar Animal de Bogotá.

En la actualidad, el debate sobre la naturaleza de los perros de manejo especial como Pitbulls, Rottweilers y Dóberman, entre otros, y su supuesta agresividad ha captado la atención de la ciudadanía y los medios de comunicación, especialmente tras el reciente caso de ataque de dos perros Pitbull en una localidad de Bogotá, que dejó gravemente herido a su propietario y muerto a los animales.

En un mundo donde los estereotipos y los prejuicios pueden nublar nuestro juicio, es esencial basar nuestras opiniones en hechos verificables y no en mitos infundados. Durante años, los Pitbulls han sido señalados como inherentemente agresivos, un estigma que ha llevado a regulaciones y prohibiciones injustas en diversas comunidades. Pero, ¿realmente nacen agresivos, o es el resultado de una serie de factores externos?

Históricamente, los perros de manejo especial como los Pitbulls y otras razas fueron criados para actividades que requerían valentía y tenacidad, como la caza y la protección. Sin embargo, esta selección no buscaba la agresividad hacia los humanos. De hecho, la mayoría de los criadores responsables han priorizado la lealtad y la manejabilidad, descartando cualquier rastro de agresividad hacia las personas.

Así mismo, estudios científicos han intentado analizar la predisposición genética de los Pitbulls a la agresividad, pero hasta la fecha, no hay evidencia concluyente que respalde la noción de que nacen agresivos, ya que ningún animal nace bajo esa condición. La conducta de un perro cualquiera que sea su raza, es un fenómeno complejo que surge de la interacción entre su genética y su entorno, por lo tanto, es importante determinar en qué tipo de entorno se están desarrollando los animales de compañía.

Por ende, tratar de definir a las razas de manejo especial como agresivas no solo sería simplista, sino también engañoso. La verdadera realidad es que el entorno en el que un perro crece y el tipo de entrenamiento que recibe por parte de sus tenedores son fundamentales para su comportamiento. Es así que perros de razas como los Pitbulls, Rottweilers, Dóberman, al igual que cualquier otra raza, necesitan socialización, amor, cuidado, alimento y entrenamiento necesarios para un adecuado desarrollo. La falta de estos elementos puede generar perros estresados, con conductas compulsivas, tímidos, ansiosos y, lo más grave, perros que desarrollen conductas agresivas hacia otros animales y hacia los humanos.

Es por esto que quienes tienen perros de manejo especial deben evaluar el tipo de entorno en el que el animal se está desarrollando, ya que los animales no nacen siendo agresivos, desafortunadamente, y de manera inescrupulosa, los forman para ser agresivos y en muchas otras ocasiones, sus comportamientos son el resultado de una combinación de factores que los rodean.

Por otra parte, en Colombia, como en muchos otros países, existen lugares clandestinos donde se entrenan perros, incluidos los Pitbulls, para peleas. Esta actividad no solo es ilegal sino cruel, ya que compromete gravemente el bienestar animal y afecta el orden público, representando un peligro para la comunidad. Esto es especialmente preocupante cuando estos perros escapan o son liberados intencionalmente, aumentando el riesgo de ataques y accidentes graves. Por tal razón, es indispensable hacer un llamado a la Policía Nacional con el fin de fortalecer los operativos de investigación para desmantelar estos lugares clandestinos y llevar ante la justicia a quienes practican estos actos de crueldad hacia los animales.

Igualmente, es fundamental que las campañas educativas y de concientización por parte de los encargados de la protección animal en Bogotá y demás ciudades del país, estén orientadas en varios sentidos. En primer lugar, se deben enfocar en el cumplimiento estricto de la Ley 1801 de 2016 por parte de aquellos tenedores que tienen perros de manejo especial. 

En segundo lugar, es crucial realizar campañas dirigidas a promover la denuncia ciudadana cuando se identifiquen lugares clandestinos donde se entrenan perros para peleas. La colaboración activa de la comunidad es fundamental para combatir estas prácticas ilegales. En tercer lugar, es necesario establecer un trabajo articulado con las alcaldías locales, ya que estas son fundamentales para implementar y hacer cumplir las normas relacionadas con el bienestar animal.

No podemos olvidar que solo mediante estas acciones coordinadas entre autoridades, organizaciones de bienestar animal y la comunidad en general, se podrá avanzar hacia la protección efectiva de los derechos de los animales y el bienestar de la sociedad en su conjunto. La colaboración activa de todos los sectores es esencial para garantizar que las leyes se cumplan y que se implementen medidas efectivas para lograr una sociedad en armonía.

Exdirectora del Instituto de Bienestar Animal de Bogotá