Bastien Bosa, profesor de URosario.
Bastien Bosa, profesor de URosario.

Hace dos años, el domingo 19 de junio de 2022, Gustavo Petro fue elegido presidente de la República de Colombia. Este aniversario es una oportunidad para reflexionar sobre el paso del tiempo y cómo se percibe de distintas maneras. Mientras que para algunos estos dos años han pasado volando, para otros han sido una eternidad.

Quisiera detenerme en cómo perciben el tiempo aquellos en las posiciones más frágiles de la sociedad colombiana. Una frase del escritor y activista afroamericano James Baldwin, pronunciada en un programa de televisión a principios de los años ochenta, me resulta reveladora: “Nací aquí hace casi 60 años. No voy a vivir otros 60 años. Siempre me has dicho que las cosas llevan su tiempo. Han llevado el tiempo de mi padre, el tiempo de mi madre, el tiempo de mi tío, el tiempo de mi hermano y de mi hermana. El tiempo de mi sobrina y mi sobrino. ¿Cuánto tiempo requieres, para tu ‘progreso’?”

Baldwin se refería a la lentitud de los cambios tras el movimiento por los derechos civiles. A pesar de las grandes esperanzas, las mejoras prácticas eran escasas para muchos afroamericanos. Aunque el contexto es diferente, su frase refleja la situación de muchas personas en los sectores populares de Colombia: esperan un cambio en sus vidas, pero se les pide paciencia. Se les dice que viven en una sociedad libre y que, con esfuerzo, su tiempo llegará. Mientras tanto, deben esperar. Sin embargo, los indicadores económicos nos recuerdan cada año que, en promedio, se requieren 11 generaciones para salir de la pobreza en Colombia.

En Colombia, las personas de distintas clases sociales viven realidades muy diferentes, lo que se traduce en diferentes percepciones del tiempo. Los más privilegiados, con buenos salarios, propiedades, acceso a salud y educación de calidad, no entienden por qué apresurarse. No tienen prisa por cambiar un sistema en el que viven cómodamente. Para muchos, especialmente los que se definen como del “centro” político, el argumento contra las reformas del actual gobierno no es que el cambio sea malo, sino que debe hacerse con calma. “Chi va piano, va sano e va lontano”, dicen los italianos. Estos discursos, sin embargo, son difíciles de aceptar para quienes viven en una precariedad eterna. Saben que, sin cambios estructurales, sus condiciones de vida no mejorarán significativamente.

La reproducción indefinida de las desigualdades es un elemento central de la tragedia colombiana. Alimenta tanto el conflicto armado como la delincuencia común, perpetuando ciclos innecesarios de violencia y sufrimiento. En este sentido, cerrar las brechas sociales debería ser un imperativo moral para toda la sociedad colombiana. Sin embargo, muchas personas privilegiadas piensan que este proceso solo puede realizarse a largo plazo, como si tuviésemos todo el tiempo del mundo. Con aires de superioridad moral y suficiencia técnica, se burlan de la ingenuidad de quienes sueñan con un cambio rápido.

Mientras tanto, aceptan para la mayoría de los colombianos condiciones que nunca aceptarían para sí mismos o para sus seres queridos. Sus hijos tienen tres comidas al día, sus padres reciben una pensión, su salario llega cada quincena. Sin empatía, el conocimiento técnico se convierte en cinismo. ¿Cuántos días lograrían vivir los economistas liberales con un salario mínimo que consideran ubicado a un nivel “racional”?

Estas élites, cuya autosatisfacción solo es comparable con su desconexión de las vidas cotidianas de otros, deberían tener cuidado al despreciar a quienes no pertenecen a su clase social. Los sistemas basados en la injusticia y la opresión pueden colapsar. Tarde o temprano, llega el momento en que los que se han visto obligados a esperar pierden la paciencia ante los llamados a la paciencia. ¿Qué sentido tiene vivir en una sociedad donde se requieren, objetivamente, 11 generaciones para salir de la pobreza?

Estudio su pregrado en el Institut d´Études Politiques de Lyon; tiene una maestría, un doctorado y un posdoctorado en Ciencias Sociales de la Ecole Des Hautes en Sciences Sociales en Francia y es profesor de la Universidad del Rosario en el programa de Antropología de la Escuela de Ciencias Humanas....