Bastien Bosa, profesor de URosario.
Bastien Bosa, profesor de URosario.

¿Qué piensan, sienten y quieren los jóvenes?”, preguntaba en una columna anterior, abogando por una aproximación cualitativa. Los textos de Paula Apolinar y Pedro Romero, publicados en semanas pasadas, representaron unos primeros esfuerzos por otorgar voz a jóvenes que ofrecen reflexiones personales y perspicaces sobre sus propias vivencias y las de sus contemporáneos. En esta ocasión, deseo presentar una entrevista realizada por Ángela Aquerdora, estudiante de antropología de la Universidad del Rosario y miembro del pueblo Motilón Bari. Angela entrevistó a una de sus sobrinas, una adolescente de 17 años de la comunidad de Batroctrora. Su historia refleja la lucha cotidiana de miles de jóvenes colombianos que no tienen el privilegio de disfrutar de una adolescencia sin preocupaciones.

Para los jóvenes que pertenecen a sectores privilegiados, la adolescencia constituye un período liminal crucial, durante el cual tienen la oportunidad de experimentar la libertad y el autodescubrimiento, respaldados por sus familias y por instituciones sociales. Para ellos, el final de la infancia constituye una suerte de limbo social, siendo considerados adultos para algunas responsabilidades pero tratados como niños en otros aspectos de sus vidas.

En cambio, para otros jóvenes, como la sobrina de Ángela, la transición a la edad adulta puede ser un proceso angustiante y solitario. Durante esta etapa, se ven obligados a enfrentarse a la cruda realidad de la supervivencia económica. En ausencia de un entorno seguro y protector, se les niega el derecho a una adolescencia plena: tienen la carga, antes de alcanzar la madurez, de asumir responsabilidades propias de adultos para garantizar su supervivencia y contribuir al sustento de sus familias.

Es fundamental comprender que esta falta de respaldo significa mucho más que simplemente la ausencia de apoyo emocional. Se traduce en dificultades para acceder a una educación adecuada, para mantener una salud mental estable y para aprovechar oportunidades que les permitan un futuro más próspero.

A través de esta historia de lucha, resiliencia y determinación, podemos vislumbrar la realidad concreta de muchos jóvenes colombianos que deben enfrentarse al proceso de convertirse en adultos sin contar con un respaldo significativo. Es momento de dejar de descuidarlos, de desechar la idea de que son ellos mismos quienes tienen la culpa de sus fracasos, de permitirles no cargar con la culpa de sus infortunios. Para esto, es fundamental comprender que las profundas desigualdades estructurales de las cuales los pueblos indígenas siguen siendo víctimas requieren que el debate sobre las reparaciones finalmente se tome en serio.

En el caso del pueblo Motilón-Bari, resulta evidente que las afectaciones sufridas por la población debido a los maltratos y atropellos impuestos por diversos actores, como representantes del Estado, colonos y empresas petroleras, nunca han sido reconocidas, reparadas ni sanadas. Este pueblo continúa viviendo en una situación de profundo abandono estatal.

Ángela Aquerdora, estudiante de antropología de URosario.

Presentación de la entrevista, por Ángela Aquerdora

“nchidji chibidondomain ki bacshuaba  saba agbariaba” (Lo que pensamos, defendemos y queremos para un buen vivir).

“Plan de vida”, Asociación de Autoridades Tradicionales del Pueblo Barí (2016)

La entrevista, cuya transcripción parcial podrán encontrar a continuación, se llevó a cabo con una sobrina mía, una adolescente de 17 años que pertenece a la comunidad de Batroctrora. Al igual que yo, ella pertenece al pueblo Motilón Bari. Es esencial resaltar que, debido a la dureza de su infancia, mi sobrina tuvo que aprender a valerse por sí misma desde una edad temprana, así como a cuidar de los demás, especialmente de sus hermanos menores.

Un giro tuvo lugar en su vida cuando ella decidió continuar con su educación secundaria en el pueblo. Animada por la esperanza de obtener su título de bachillerato, mi sobrina tuvo que enfrentarse a una serie de desafíos adicionales.

Por un lado, tuvo que dejar a sus hermanos al cuidado de su abuela y tías. Por otro lado, su falta de familiaridad con las dinámicas propias de la educación secundaria y la brecha entre sus responsabilidades de adulta y su edad biológica generaron tensiones y ansiedades en ella. No se sentía cómoda con los métodos de aprendizaje del colegio y tenía dificultades para interactuar con sus compañeros de estudio. En este contexto hostil, mi sobrina tuvo que enfrentar varios episodios de depresión y ansiedad, especialmente relacionados con el futuro que le esperaba. Incluso perdió un año de estudios y no quería regresar.

Durante este tiempo, lloraba cada vez que veía a sus hermanos. A pesar de estos obstáculos, su determinación, así como el apoyo de sus hermanos y tías, la impulsaron a seguir con sus estudios, logrando eventualmente obtener su diploma de bachillerato. Mi sobrina siguió el ejemplo de sus tías, que son profesionales y pudieron seguir adelante a pesar de las adversidades.

Con tan solo trece años, mi sobrina comenzó a trabajar para obtener cierta independencia económica. Durante sus vacaciones, solía regresar a la comunidad y trabajar en el local de su abuela como mesera o ayudante de cocinera. Su dedicación y esfuerzo la llevaron a desempeñarse en varios roles laborales, como cantinera, vendedora en plazas de mercado o administradora del negocio de su abuela.

Actualmente, mi sobrina trabaja en una tienda de ropa con el objetivo de acumular fondos para perseguir su sueño universitario. A pesar de las adversidades, mi sobrina ha demostrado una fortaleza física y mental excepcional. Con claridad en sus metas y objetivos, está construyendo un futuro prometedor con el apoyo de su familia materna, decidida a encontrar la felicidad en cada momento. Como veremos en la entrevista que sigue a continuación, mi sobrina fue instruida desde temprana edad para asumir responsabilidades propias de adultos.

La entrevista

Ángela: ¿Qué significa para ti tener 18 años?

Sobrina: Cuando tenía unos 12 o 13 años, pensaba que al cumplir los 18 sería como vivir independientemente, tener mis propias cosas. Pero solo era una niña, no sabía realmente lo que la vida me tenía preparado. Ahora que estoy por cumplir los 18, tengo una idea bastante diferente. Sé que, de verdad, los 18 años son una realidad diferente a lo que había imaginado y es que, antes, yo lo pintaba todo de colores bonitos, pero ahora me doy cuenta de que la realidad es distinta. Sé que cumplir los 18 puede ser realmente frustrante porque ya no recibes el mismo apoyo de tus padres, tienes que aprender a buscar tus propias cosas, a depender de ti misma y no de tus papás. Y eso es duro… muy duro, la verdad, porque a veces te sientes muy, muy, muy solo. A veces, me siento frustrada: los días no son tan buenos. Así que tener 18 años implica tener una vida joven, pero tener que responder como un adulto y prácticamente encontrar la manera de sobrevivir. Los miembros de mi familia siempre me decían que ser adulto es difícil. Yo nunca lo entendía, pero con el tiempo, ya lo he entendido.

Ángela: ¿Cómo ha sido tu infancia?

Sobrina: He vivido muchas cosas desde muy temprana edad. Cuando era aún una niña muy pequeña tuve que asumir responsabilidades que eran propias de los adultos y no de los niños. Es complicado para mí recordar esas situaciones que viví y darme cuenta de que ya tenía que “pensar en grande”. Prácticamente me tocó ser adulta demasiado rápido porque desde pequeña me enseñaron a trabajar, ya fuera al sol o bajo techo, pero trabajando. Con tanto esfuerzo, poco a poco fui creciendo.

Durante todo ese tiempo, mi familia me decía que la vida no era fácil. Mi abuelo, mis tíos y mis padres me daban consejos en algunas ocasiones. Me decían: “Tienes que aprender, a las buenas o a las malas, porque más adelante lo entenderás”. Hoy me doy cuenta de que tenían razón y siento que no les correspondí como debería, sino que les desobedecí. Por eso tuve que vivir experiencias que realmente no debería haber vivido a una edad tan temprana. Entonces, me arrepiento mucho de no haberles obedecido, de haber sido una niña rebelde porque hay situaciones que, muchas veces, uno se arrepiente de haber enfrentado.

Ángela: ¿Cómo te sientes en tu vida actual?

Sobrina: Pues, es verdad que la vida de adulta es difícil. Tener 16, 17 o 18 años, es complicado. Poco a poco fui creciendo y entendiendo muchas cosas. En realidad, desde los 15 años, empecé a comprender que nada sería fácil, que tendría que conseguir todo por mí misma y, en este momento, es lo que estoy haciendo. Tengo 17 años y ya estoy trabajando para poder tener mis cosas y no depender de mis padres ni de mi familia. Tengo claro que debo buscar soluciones yo sola y que ya no puedo estar pidiéndole a mi mamá que me resuelva mis problemas. Ni a mi papá, ni a ningún otro familiar. Tengo que cuidar de mí misma y solucionar mis problemas.

Quizás pueda recibir orientación de mis familiares, pero debo ser yo quien resuelva mis asuntos. Eso es lo que implica el hecho de que ya no soy una niña. Quizás tuve una infancia difícil, pero ya no puedo volver a ser niña. Desde antes ya me estaban preparando para ser adulta, entonces sabía que iba a ser difícil.

Ángela: ¿Cómo ves tu futuro?

Sobrina: En mis 17 años, o en los 18 años que cumpliré este año, he vivido cosas impresionantes y sé que aún hay mucho más por vivir. Por eso, prefiero no pensar tanto en el futuro, sino enfocarme en el presente porque sé que tomando buenas decisiones, puedo construir un futuro mejor para mí. Quizás logre alcanzar algunas de mis metas y sueños, o quizás no, pero la idea es no rendirse. Entonces, tener 18 años significa vivir. Es vivir y, al mismo tiempo, sobrevivir, como mencioné antes.

Eso puede ser muy aterrador, sinceramente porque uno ya sabe que no cuenta con el respaldo de otras personas, sino que depende de uno mismo. Uno tiene que encontrar la manera de resolver los problemas por sí mismo. Así que es complicado y emocionante a la vez, porque estamos creciendo, entrando en una nueva etapa de la vida y, pues, me emociona mucho ver qué futuro me espera… Pero también me asusta saber que mi futuro depende de las decisiones que tome en el presente.

Estudio su pregrado en el Institut d´Études Politiques de Lyon; tiene una maestría, un doctorado y un posdoctorado en Ciencias Sociales de la Ecole Des Hautes en Sciences Sociales en Francia y es profesor de la Universidad del Rosario en el programa de Antropología de la Escuela de Ciencias Humanas....