Ilustración: Los Naked

58-40. Ese es el nivel de desfavorabilidad/favorabilidad que registramos los medios de comunicación en la última Invamer Poll. La crisis de credibilidad de todas las instituciones es honda, pero la del periodismo es incluso peor que la de varias de las fuentes que cubrimos.

Las causas de esta crisis son múltiples: con el auge de las redes sociales, los medios hemos encontrado un contrapeso en la audiencia que no teníamos y nos hemos vuelto no solo actores que señalan a otros, sino objeto de esos señalamientos. Nuestros sesgos, conflictos de interés y vacíos en nuestro cubrimiento ahora son objeto de escrutinio diario en las redes por quienes nos leen (y con frecuencia también por quienes no nos leen pero reaccionan a los trinos de quienes sí lo hacen).  

Durante años, los periodistas creímos que el periodismo enfrentaba una crisis en su modelo de negocio, pero con el tiempo se ha ido volviendo evidente que tenemos una crisis de “producto”, como lo llamarían los expertos en mercadeo.

Es una crisis que los medios, paradójicamente, no hemos abordado colectivamente. Se la achacamos a causas externas a nosotros mismos y nos resistimos a tratar de entenderla y asumirla en toda su dimensión. Sobre todo porque el tráfico digital de todos sigue subiendo, con lo cual es relativamente fácil ignorarla.

Sin embargo, es grave que seis de cada diez ciudadanos no crean lo que leen en los medios de comunicación. Y es aún más grave que esto sea así entrando en una época electoral en la que hay tanto en juego.

Como directora de La Silla le he dado varias vueltas al asunto porque estoy convencida de que la credibilidad es el único activo que uno tiene como medio. No sirve de nada tener recursos, clics o el mejor equipo si pocos te creen.

La Silla Vacía ha crecido de manera acelerada en los últimos años. Hemos duplicado nuestro equipo en cinco años, y en los dos más recientes nos hemos volcado a producir contenido específicamente para las redes conscientes de que cada vez más colombianos comienzan y terminan su experiencia informativa en Instagram, Twitter, Facebook o Tik Tok.

La apuesta nos ha permitido multiplicar con creces nuestra audiencia. Para muchos de nuestros más jóvenes lectores, La Silla es hoy en día lo que publicamos en Instagram, por ejemplo.

También expandimos nuestra presencia sonora con dos nuevos podcasts: “El futuro del futuro” y “El país de los milenials”. Ampliamos nuestro cubrimiento para incluir temas de género y cubrir en serio los temas ambientales, especialmente la crisis climática. Y creamos una unidad investigativa para sacar investigaciones de más largo aliento como la de Sacúdete, que hicimos recientemente.

Nuestra prioridad para el año que viene son las elecciones del 2022 y nos estamos preparando desde ya para eso: reforzando nuestra estrategia en todas las redes, elaborando un newsletter de elecciones y un podcast diario de análisis político.

Pero quizás más importante que todo lo anterior, La Silla está en un proceso de reflexión interna sobre cómo conectarnos mejor con las conversaciones de nuestra audiencia; sobre cómo contar más lo que va a suceder y comentar menos lo que ya pasó; sobre cómo reflejar de manera más integral lo que ocurre sin que el énfasis esté siempre en lo que no funciona; y sobre cómo refrescar nuestra forma de contar historias.

Es nuestra apuesta por fortalecernos con miras al desafío que enfrentaremos el próximo año. No solo tendremos por primera vez una competencia directa como Cambio —que anticipamos con un poco de temor, pero también con ilusión porque sabemos la falta que hace en Colombia más y mejor periodismo—, sino porque sabemos que la campaña del 2022 será incluso más polarizada que la de hace cuatro años cuando La Silla recibió todo tipo de presiones.

Como dice Andrey Mir, en su libro “Postperiodismo”, con el cambio de modelo económico y la creciente dependencia en el pago de suscripciones o de membresías, hay un mayor incentivo de los medios para ya no ‘fabricar consensos’ (para que la gente se sienta más inclinada a consumir los productos de los anunciantes), sino para fabricar odio e indignación. Porque nada une tanto a una comunidad como tener un enemigo común.  

En otras palabras, el nuevo modelo económico de los medios favorece la polarización. Y eso es lo que vemos cada vez más en el ecosistema digital, que es radicalmente diferente al del 2018.

La apuesta de La Silla en ese sentido es contraintuitiva: preferimos ayudar a aumentar la comprensión que la indignación, y la empatía que el miedo. Es nuestra apuesta contra la pérdida de credibilidad de los medios. Y digo que es contraintuitiva porque soy consciente de que muchas veces uno tiende a creerle más al que te da insumos para confirmar tus miedos, al que fortalece tus ilusiones y al que te ayuda a ratificar tus odios. 

Pero al final el miedo suele ser un mal consejero; no hay desilusiones malas porque no hay ilusiones buenas; y ya Colombia ha padecido las consecuencias del odio. 

Por eso, queremos invitar a nuestros usuarios a convertirse en Superamigos de La Silla. A nosotros no nos interesa tener muchos más clics ni configurar un enemigo común para aumentar vistas: queremos consolidar una comunidad de ciudadanos que se preocupan por el país y que creen en un periodismo independiente y de calidad que ayude a fortalecer el criterio de quienes votarán en el 2022. Los Superamigos son nuestros mejores aliados para hacer el periodismo que hacemos porque su apoyo moral y financiero mes a mes nos blinda de ataques y nos permite hacer y mantener nuevas inversiones en talento y equipos.

En esta coyuntura, los necesitamos más que nunca para lo que viene. Gracias por su apoyo.

Soy la directora, fundadora y dueña mayoritaria de La Silla Vacía. Estudié derecho en la Universidad de los Andes y realicé una maestría en periodismo en la Universidad de Columbia en Nueva York. Trabajé como periodista en The Wall Street Journal Americas, El Tiempo y Semana y lideré la creación...