Carlos Cortés.
Carlos Cortés.

“Había una carpeta para cada persona”, explicó en Caracol Radio Carolina Valencia, su exsecretaria cuando era concejal de Bogotá. La misión era monitorear las publicaciones en redes sociales y crear campañas de desprestigio: ataques, memes y fragmentos sacados de contexto. “Conozco las acciones de Hollman Morris a la perfección”, añadió con voz distorsionada otro de sus antiguos colaboradores.

Tal vez sea la acusación menos grave de todas las que tiene, pero no está aislada de las demás. Al subgerente del sistema de medios públicos, hombre de confianza del Presidente y mentor de la secretaria de prensa de Palacio, se le señala ahora de presunto maltrato laboral en RTVC. Dos trabajadoras de la entidad enviaron la denuncia a la gerente Nórida Rodríguez, que la hizo llegar a la Procuraduría y con quien Morris mantiene una pugna de poder.

Las entrevistas que divulgó la periodista Vanessa de la Torre en Caracol Radio –apenas una muestra de varias, dice ella– dan cuenta de los tiempos de Morris como concejal de Bogotá, entre 2016 y 2019. Para ese último año, el hoy subgerente de RTVC enfrentaba una denuncia por violencia intrafamiliar de su exesposa Patricia Casas y otra por abuso sexual de la periodista María Antonia García. Por ninguna de ellas ha sido condenado judicialmente.

Estos hechos generaron una ruptura en el Movimiento Progresistas –que después se convertiría en la Colombia Humana–. Álvaro Moisés Ninco, actual embajador de nuestro país en México y para entonces integrante de la UTL del senador Gustavo Bolívar, criticó a Morris en Twitter y este último lo denunció penalmente. Por su parte, feministas como Sara Tufano y Juana Afanador le exigían a Gustavo Petro un gesto político claro en rechazo a la violencia de género.

Con su decisión de escoger a Hollman Morris como candidato a la alcaldía de Bogotá en las elecciones de 2019, Petro despejó cualquier duda de dónde estaban sus afectos y qué tanto le importaban los reparos de las mujeres del movimiento. “¿Cómo podría Morris reivindicar la perspectiva de género o el feminismo de clase después de las acusaciones que se le han hecho?”, escribió Tufano en ese momento.

Había un antecedente aún más elocuente: Ángela María Robledo, la fórmula presidencial de Petro en las presidenciales de 2018, prefirió luchar por su curul en el Congreso –anulada por una supuesta doble militancia– en vez de buscar la Alcaldía en representación del petrismo. La relación entre los dos después de la campaña, además, no había quedado en los mejores términos.

Las acusaciones del feminismo contra Morris y las críticas a Petro por sostenerlo desataron una oleada sostenida de ataques, descalificaciones e intimidaciones en redes sociales hacia las mujeres visibles de este debate. Esta “violencia política”, como la calificó Robledo, nunca fue desautorizada de manera enfática por Petro, se mantiene con menor intensidad y, sobre todo, hace parte del ADN con el que los defensores del Presidente responden en Twitter las críticas a su líder.

Según le explicó Carolina Valencia a Vanessa de la Torre, en sus tiempos de concejal y mientras capoteaba la tormenta, Morris tenía un grupo de “chicos” para desprestigiar a sus críticos. Es decir, contaba con su propia bodega: cuentas –identificadas y anónimas– que monitoreaban contradictores, incluyendo a la exesposa de él, y desplegaban ataques como respuesta. La otra fuente, un hombre que prefirió hablar con un filtro para no ser identificado, era uno de ellos. Valencia acepta su propio rol en esa tarea y afirma que María Paula Fonseca, la hoy secretaria de prensa de Presidencia, “también hacía parte de la persecución y del acoso contra las feministas”.

Es un hecho claro que los partidos políticos y gobiernos usan esta estrategia de desinformación y ataque para defenderse. Se conoce como acciones coordinadas y los ejemplos abundan en toda América Latina. Un informe reciente de Linterna Verde (organización de la que hago parte) hizo un inventario de varias investigaciones en América Latina sobre el particular. Estos trabajos, “exponen evidencia suficiente que sugiere la participación de partidos políticos y agencias de publicidad en estas tácticas engañosas, así como el uso de tecnología para influir en la discusión pública”.

Para no ir lejos, durante el gobierno de Iván Duque un grupo de funcionarios de Palacio lideraba un grupo de Whatsapp donde el uribismo coordinaba ataques contra críticos y opositores. En las alcaldías y gobernaciones de toda Colombia abundan ejemplos similares. Los mercenarios digitales vienen en todos los colores y sabores, y es el dinero de nuestros impuestos el que aceita esas máquinas de manipulación.

Que los testimonios contra Morris confirmen una práctica habitual no le resta importancia a que conozcamos con nombre propio a uno de los posibles directores de las acciones coordinadas del petrismo. ¿Cómo estará usando su ‘know-how’ ahora que tiene la chequera y los megáfonos de RTVC y Palacio? ¿Cómo se articulan ahí los influenciadores y las cuentas anónimas que destilan veneno al por mayor en Twitter?

“Este es un relato recurrente que se ha usado en diferentes espacios de gobierno”, escribió en Twitter María Paula Fonseca sobre la denuncia reciente contra su mentor por maltrato laboral. Y añade: “¿Vamos a hacerle el juego a quienes lo utilizan para impedir el cambio?”. Veremos qué responde la bodega.

Abogado de la Universidad de Los Andes y magíster en Media and Communication Governance del London School of Economics. Exdirector de políticas públicas de Twitter para América Latina Hispanohablante; exdirector de la Fundación para la Libertad de Prensa. Integrante del consejo asesor en seguridad...