La decisión de La Silla Vacía de enviar a un periodista a Panamá a verificar si era cierto el video del presidente Petro cogido de la mano de una mujer diferente a su esposa por las calles de Panamá ha provocado polémica en las redes y al interior de nuestra redacción. 

Por eso, considero que es una buena oportunidad para compartir nuestros criterios. 

Creo que hacerlo ayuda a enriquecer el debate con nuestros colegas periodistas que han dicho con argumentos valiosos que nos equivocamos y también con sectores de nuestra audiencia que no entienden por qué La Silla dedica recursos a comprobar “chismes”.  El periodismo debe estar sujeto a escrutinio público y me parece que esta reflexión puede profundizar el debate y sumarse al iniciado por nuestros columnistas Andrés Caro y Carlos Cortés este fin de semana.

Comienzo diciendo que no fue una decisión fácil, y que precisamente por eso nos demoramos en ir a Panamá. Habría sido ideal hacerlo al día siguiente de que los videos se volvieran virales pero esperamos a ver si Presidencia los desmentía o si podíamos comprobar que se trataba de un fake hecho con inteligencia artificial. Como no conseguimos ninguna de las dos cosas —ni una respuesta de Palacio ni ningún indicio de que fuera un deep fake— decidimos mandar a un periodista a comprobarlo o desmentirlo con reportería en terreno. 

Nuestro primer filtro para tomar la decisión fue si se trataba de una violación a la intimidad del presidente. 

La Corte Constitucional ha dicho, y en La Silla estamos de acuerdo, que los presidentes tienen un derecho restringido a la intimidad, así como a su libertad de expresión o su derecho a la honra, en razón del inmenso poder que ostentan y la dignidad que representan.  En este caso fue fácil resolver el dilema pues estábamos verificando una acción que había ocurrido en un espacio público y que ya formaba parte de la discusión pública.  Si se trataba del presidente, él ya había renunciado a mantener ese episodio en el secreto de su intimidad.

La segunda pregunta, más complicada, es si era un tema relevante para la opinión pública en general. Y si lo era, si La Silla debía invertir recursos en hacer la historia.

La Silla consideró que era un tema de relevancia pública, por varias razones. 

La primera porque podía tratarse de una gran operación de desinformación en contra del presidente, que es el personaje más importante que cubrimos. Uno de los pilares del periodismo de La Silla es la verificación de datos. 

Tenemos una unidad de fact-checking dedicada exclusivamente a verificar información que circula en redes sociales y sobre la cual nuestros usuarios tienen dudas sobre su veracidad.  Estamos convencidos de que la desinformación es una de las grandes amenazas que tienen las democracias liberales y por eso dedicamos horas diarias de esfuerzo a determinar qué es cierto y qué es falso no solo del discurso público de los poderosos sino también de las noticias virales que circulan en contra de funcionarios públicos.  A nuestro servicio del Detector de Mentiras llegaron 58 solicitudes de verificar el video. ¿Por qué verificamos si es cierto que la primera dama compró un yate (no lo es) y no si el que camina por Panamá con una mujer que no es su esposa es o no el presidente Petro? ¿No era importante denunciar si encontrábamos que era una operación de desprestigio del presidente haciendo creer que se trataba de él?

La segunda razón es que lo que hace o deja de hacer el presidente en una visita oficial es de interés público. Con quién se reúne, en qué invierte su tiempo —uno de los recursos públicos más preciados que tiene un país—, por qué cancela una reunión oficial que ha aceptado previamente es relevante.  

Este presidente ha recurrido más que cualquier otro a invertir su tiempo oficial en “agenda privada”, sobre la que los colombianos no podemos saber en qué consiste ni por qué a veces no aparece en sus compromisos oficiales. Este episodio arroja luces de por lo menos en este viaje qué estaba haciendo en vez de acudir a un compromiso oficial como era la cena de despedida del presidente panameño saliente a la que Petro confirmó su asistencia y no llegó.

La tercera razón es que el círculo cercano del presidente es significativo para entender el poder. Por eso, La Silla Vacía siempre se ha esforzado por cubrir quién tiene un acceso privilegiado al residente de turno, ya sea por la influencia que pueden ejercer sobre sus decisiones o por la vulnerabilidad que le pueden crear. Porque la vulnerabilidad de un presidente, ya sea por riesgos de seguridad o de chantaje, es también la de la Nación como quedó claro en el famoso caso Profumo.

Por último, que el presidente Petro haya asumido el riesgo de salir a la calle cogido de la mano de una mujer diferente a Verónica Alcocer dice algo de su carácter. Ya sea del tipo de precauciones que toma en el manejo de sus asuntos personales o de su audacia para romper códigos convencionales en aras de defender, como dijo en su único trino sobre este escándalo, “su último ratio de libertad”.  Como dijo Heráclito, el carácter de un hombre es su destino. En el caso de un presidente, puede ser también el de un gobierno.

Por todas estas razones, La Silla decidió que en este caso el periodismo también era valioso para lo que creemos que sirve: para contestar las preguntas que los ciudadanos se hacen; para separar los hechos de los rumores; para arrojar luz sobre quiénes nos gobiernan; para no dejarles a las redes la función de informar. O desinformar.

Sin pretender hacer un juicio moral al respecto, La Silla mandó un periodista a Panamá a establecer la veracidad del video. Entrevistó personas en el lugar, habló con testigos directos que aseguraron haber visto al presidente y verificó que esa misma persona se lo había contado previamente a otra, cotejó el video con las calles que recorrió, habló con fuentes en las cancillerías de ambos países, pasó el video por detectores de inteligencia artificial, trató –en vano– de obtener una respuesta oficial de Presidencia. Con este trabajo de reportería pudimos establecer que no se trataba de un chisme, sino de un hecho, el presidente Petro es el del video. Aquí pueden leer la historia.

Entendemos que este es un debate abierto y estamos dispuestos de seguir sometiendo nuestras decisiones periodísticas al debate público.

Soy la directora, fundadora y dueña mayoritaria de La Silla Vacía. Estudié derecho en la Universidad de los Andes y realicé una maestría en periodismo en la Universidad de Columbia en Nueva York. Trabajé como periodista en The Wall Street Journal Americas, El Tiempo y Semana y lideré la creación...